Isabel Sánchez tiene 59 años y una madre de 92 que es dependiente. Aunque la anciana se valió por sí misma toda su vida, hace un año y medio sufrió una endocarditis que la dejó encamada. «Y a mí, que no soy sanitaria, todo me da miedo. Me da miedo no ver los signos que pueden alertar de que algo va mal. Por ejemplo, hace poco tuvo una infección de orina que no le dio fiebre», explica.
Isabel es una de las alumnas de la Escuela de Cuidadoras del Hospital de la Santa Creu i Sant Pau de Barcelona. Este centro arrancó el año pasado este proyecto que incluye una serie de talleres que duran 10 meses (hay una sesión por mes) en la que se forma a cuidadoras informales para tratar a pacientes crónicos y dependientes. La mayoría de los asistentes a estos talleres son hijas de ancianos dependientes y también cuidadoras remuneradas pero no formadas.
«Yo vine a Sant Pau por un problema en el brazo que tiene mi hija pequeña y vi el cartel de la escuela. Decidí cuidar de mi madre en mi casa, pero necesito información de muchas cosas», cuenta Isabel. «Acompañar y formar al cuidador es importante. Yo he venido a todas las sesiones, pese a que vivo en Sant Feliu de Llobregat», añade.
«Hacer la cama con ella dentro»
Cuenta Isabel que la sociedad está cada vez más envejecida y que la población vive más. «Cuando eres joven no lo piensas. Además, creo que la de mi madre es una generación que ha cuidado de sus padres, de sus hijos y de sus nietos, y como ellos nunca se han cuidado… Por eso quise ocuparme», señala. En la Escuela de Cuidadoras de Sant Pau ha aprendido, por ejemplo, a «hacer la cama con ella en la cama». «También me han explicado cosas de nutrición, de medicinas que no se pueden mezclar… Te dan un poquito de seguridad, aunque siempre tenemos a la enfermera y el médico del centro de salud, a quienes les estoy superagradecida y nos tratan muy bien», cuenta.
Hay otra cosa que Isabel valora muy positivamente de la Escuela de Cuidadoras de Sant Pau: el «cariño» con el que los profesionales (los cursos son impartidos por sanitarios del propio centro) hablan de los pacientes. «El día que hablamos sobre la demencia, nos explicaron que a veces la cuidadora no tiene paciencia porque los mayores se olvidan de las cosas. Y te explicaban todo con una comprensión y un cariño que te ayudaba a entenderlo y a llevarlo mejor», recuerda esta mujer.

Mariona Poblet, una de las asistentes de la Escuela de Cuidadoras de Sant Pau. / Ferran Nadeu
La situación de Mariona Poblet es muy similar a la de Isabel: tiene también 59 años y dos padres dependientes de 93 y 95 años respectivamente. También es alumna de la Escuela de Cuidadoras de Sant Pau. «Hace un par de años que necesitan ayuda. Y nos empezamos a turnar con mis hermanos para acompañarlos las 24 horas del día. Mi hermana se enteró de que hacían estos cursos y nos parecieron interesantísimos».
Los padres de Mariona no están encamados, pero necesitan ayuda «para todo». «Tenemos la suerte de que tienen la cabeza muy bien y lo que necesitan es que los ayudes a ducharse, que les hagas la compra, la comida, que los lleves a la cama…», explica. Mariona tiene cuatro hermanos más, y tres de ellos viven en Barcelona.
«El tema es que con el trabajo no siempre es fácil podértelo combinar. Hace unos meses contratamos a una persona que vive con ellos, y así nosotros podemos relajarnos un poco. Es un trabajo muy exigente, y por eso la clase de hoy [de la Escuela de Cuidadoras] ha sido tan buena: era sobre salud mental, y nos han explicado prácticas de relajación», cuenta Mariona.
«Estrés muy fuerte»
El octubre pasado sufrió un momento de estrés «muy fuerte» debido a un cambio de trabajo que se mezcló con la situación de sus padres. «Yo teletrabajaba desde la casa de ellos y hubo un día en que no pude ni abrir el ordenador. Tuve que ir al médico y me dieron medicación contra el estrés», recuerda. Ahora está mucho mejor. Hace unos meses se apuntó a la Escuela de Cuidadoras de Sant Pau y acude, si no a todas, a casi todas las sesiones. «Nos enseñan cómo mover a la persona para cambiarla sin tú hacerte daño o temas de alimentación, porque mucha gente no puede deglutir», explica.
Mariona reflexiona también sobre la dificultad, hoy día, de que los mayores accedan a residencias geriátricas. «No es fácil. Y gente como yo nos encontramos con padres mayores. Al final acabas pidiendo una cuidadora, que también cuesta lo suyo, porque las residencias son prácticamente imposibles», concluye.
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