La voracidad del fuego no distingue entre paisajes, ni entre vidas. En un verano marcado por una ola de calor histórica y sin precedentes en lo que llevamos de mes de agosto, España se enfrenta a una de sus peores crisis de incendios forestales con una decena de fuegos activos que dejan tres muertos, más de 20 heridos y miles de evacuados.
El miedo y la incertidumbre comparten protagonismo con el agua embotellada y los sacos de dormir en los polideportivos y albergues temporales. Sin embargo, la mayor parte de las personas que han tenido que abandonar sus casas han sido acogidos en las de familiares y amigos.
«No sé cómo tengo la casa, si la tengo bien o mal y encuéntrome muy nerviosa», dice una afectada por los incendios de Zamora a TVE. Ese es el miedo, no saber qué se encontrarán cuando vuelvan. Otro vecino explica que hay «gente que dice que se ha quemado no sé qué, que se ha quemado una casa … Y eso es lo peor», comenta con empatía.
“La cosa es esperar una comunicación oficial que te diga que ya te puedes ir»“
Hay miles de desalojados en toda la comunidad. A cuentagotas y de forma escalonada, los vecinos de 11 localidades van pudiendo volver. «La cosa es esperar una comunicación oficial que te diga que ya te puedes ir», explica otro evacuado por el incendio en la comarca zamorana de La Culebra.
Miles de desalojados por el fuego en Castilla y León
«El ambiente ya es otra cosa», comenta una paisana a TVE sobre su evacuación en un polideportivo. Ven algo de esperanza, aunque a la incertidumbre se le suma el cansancio de llevar días fuera. «Yo estoy un poco caída. Llevo aquí cinco días. No, cuatro. Llevamos cuatro, ¿no? Cuatro días. Ya está bien, ya está bien«, comenta desorientada otra señora entre el agotamiento y la desesperanza.
«Yo estoy fatal. A mi edad, pues imagínate. Y aquí sentados… Menos mal que por la noche nos vamos a un hotel y al menos descansamos», aclara otra de las personas alojadas en el pabellón de deportes donde están muy bien atendidos porque tienen cobijo, comida, agua y cuidados.
Indignación por el incendio repetido
Sin embargo, preocupa que los incendios de la zona se conviertan en una constante en verano. «Todos los años digo, ‘este año nos libramos, este año nos libramos, a ver cuánto nos toca sin que pase esto'», argumenta una joven. «Al final si durante todo el invierno, que es cuando tienen que trabajar y poner a los bomberos a hacer las cosas que tienen que hacer no lo hacen, pues luego es tarde», se lamenta un zamorano indignado por la falta de previsión y el nuevo incendio de este año.
Los equipos de emergencia en Zamora siguen pendientes de la meteorología. Mientras, en el incendio de Yeres y Llamas de Cabrera en León, los vecinos ya no corren peligro.
Más de 250 evacuados en Extremadura
Más de 250 personas fueron evacuadas la noche del martes a Plasencia, en Cáceres, debido al fuego entre los valles del Jerte y el Ambroz. Los vecinos de los tres municipios afectados —La Jarilla, Villar de Plasencia y Cabezabellosa— han ido llegando al pabellón de la Ciudad Deportiva de la ciudad placentina, algunos en autobús y otros en vehículos propios, y más de 40 personas mayores y dependientes han sido alojadas entre el Seminario Diocesano, la Casa Sacerdotal y la residencia de las Hermanitas de los Pobres. Aparte, otros residentes en estos tres pueblos se han ubicado en casas de amigos y familiares, según ha podido saber RTVE.
Cuatro seminarios acogen afectados por los incendios
Tres días y dos noches lleva el Seminario de Astorga, en León, haciendo las veces de hogar provisional para los 150 evacuados de los pueblos leoneses afectados por el incendio que se inició en la vecina localidad zamorana de Molezuelas de la Carballeda.
El de Astorga no ha sido un caso aislado. Los seminarios de La Bañeza, Zamora y Plasencia también han abierto sus puertas para acoger a más de un centenar de personas evacuadas por las fuerzas de seguridad a consecuencia de los incendios.
Así, el obispo de Plasencia, Ernesto Brotons, ha visitado junto a la presidenta de Extremadura el seminario de la diócesis, donde se alojan varias decenas de personas mayores dependientes que tenían más dificultad para quedarse en el pabellón de deportes de la ciudad. El presidente de Cáritas Plasencia, José Luis Espinosa, explica a RTVE que «en total tenemos más de 40 personas mayores que han sido evacuadas de Villar de Plasencia, Cabezabellosa y La Jarilla«.
Espinosa cuenta que los hijos de los ancianos atendidos en las dependencias diocesanas —seminario, casa sacerdotal y residencia de las Hermanitas de los Pobres— «están muy contentos porque dentro de la situación complicada que están viviendo sus padres, ven que están en muy buenas condiciones y con una atención muy digna».
El responsable diocesano de Cáritas cree que «al menos mañana —viernes— van a continuar aquí porque los incendios se están complicando por el viento y han confinado a los pueblos que rodean estos tres que han sido evacuados».
Desalojos y heridos en Ourense
Por su parte, el obispo de Ourense, Leonardo Lemos, ha escrito una carta a las gentes de su diócesis en la que recuerda que «hay familias que han perdido todas sus cosechas y gran parte de sus bienes. Queremos solidarizarnos con ellos y mostrarles nuestra disposición a ayudarles. Hay heridos muy graves, como los tres brigadistas afectados por el incendio de Oímbra. Rezamos por su pronta recuperación».
Ourense, asediado por el fuego
En la localidad ourensana de Monterrei el fuego ha dejado tras de sí una veintena de inmuebles reducidos a cenizas, el ganado perdido y la frustración de sus vecinos. «No teníamos para dónde ir, todo lleno de humo, ni para dónde escapar. Nos vimos en la última», dice uno de ellos. «No hubo ni una triste motobomba. Nada, nada, nada, nos dejaron tirados», se lamenta este paisano asediado por el fuego.
Desesperados, son los propios vecinos quienes se enfrentan a las llamas. La noche ha sido larga y en pocas horas las hectáreas calcinadas en la provincia se han duplicado. La gravedad de la situación ha obligado al confinamiento y la evacuación de cientos de vecinos. «Tuvimos que coger los coches y escapar todos de aquí», explica otro de los afectados por el fuego.
El balance es abrumador: más de 22.000 hectáreas calcinadas que mantienen a Galicia en vilo. Son días de desalojos, carreteras cortadas y un sentimiento de desamparo en los vecinos. Una vecina ourensana concentraba el sentimiento de impotencia compartido por sus vecinos en el micrófono de RNE: «Ni un coche ni una avioneta, nada, abandonados de la mano de Dios».
Regresan a casa los evacuados de Puercas
Los más de mil desalojados de ocho localidades afectadas por el incendio forestal de Puercas (Zamora) ya están de vuelta a casa después de que este jueves el incendio esté ya sin llama tras haber quemado una superficie estimada de unas 4.500 hectáreas.
Este incendio ha provocado el desalojo la última noche de 1.084 personas, parte de las cuales han pasado la noche en pabellones deportivos e instalaciones municipales de Alcañices, Tábara y Camarzana de Tera.
Solidaridad ciudadana y «mucha gente joven»
La solidaridad de los ciudadanos se ha hecho patente en todos los albergues. «Nos han traído ropa, comida, juguetes para los niños… No hay palabras para agradecer tanta generosidad», comenta una vecina de La Bañeza, también afectada por los incendios. Y es que, en medio de la tragedia, la humanidad brilla con luz propia.
Astorga se ha volcado desde el principio con los evacuados. Todo se hace en coordinación con el Ayuntamiento de Astorga y entidades como Cáritas o Cruz Roja. A estas ONG pertenecen muchos de los voluntarios que han llegado hasta el seminario. Otros llegan de Pastoral Juvenil. «Hay mucha gente joven», explica el rector del seminario leonés, Luis Fernández Olivares.
Muchas de las personas desalojadas han sido ubicadas por Cruz Roja León en las localidades de La Bañeza y Astorga. EUROPA PRESS / FERNANDO OTERO
Mientras tanto, en las zonas afectadas, los bomberos, los militares de la UME y los servicios de emergencia trabajan sin descanso para contener las llamas y evitar que se cobren más víctimas y sigan destrozando más vidas y hogares.
La vuelta a la normalidad es una utopía en este momento. Los evacuados esperan con angustia noticias de sus casas, de sus tierras, de sus mascotas. Pero, por encima de todo, esperan que el fuego se apague. Y que un verano de infierno dé paso, por fin, a un otoño de paz.
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