El fuego en los tejados de las casas iluminaba el camino de Daniel. Se estaba quemando Palacios de Jamuz (León) y sus padres no le cogían el teléfono. No había electricidad y este vecino recuerda que se vio «solo, sin saber qué hacer». Era la madrugada del martes y un incendio forestal recorría varias comarcas leonesas.
Daniel, junto a su mujer, Gessica, recopiló unas mangueras y unos aspersores para salvar las viviendas. En otros barrios del pueblo, otros vecinos hacían lo mismo. «Estuve hasta las 5 o las 6 de la mañana, hasta que ya vi que el fuego se había ido», explica. Para entonces ya sabía que a sus familiares los habían evacuado, igual que a más de 7.000 personas de 42 pueblos de la provincia de León.
El Sistema de información europeo de incendios forestales (EFFIS) señala que este incendio es el más grande de este siglo en España. Hay más de 39.000 hectáreas quemadas entre León y Zamora. El anterior fuego masivo en esta zona arrasó un tercio menos de hectáreas. Los vecinos de Palacios de Jamuz vieron quemarse en 2012 Castrocontrigo, a 16 kilómetros, y, consumirse 12.000 hectáreas.
El suceso, que se declaró el domingo 10 de agosto, ha obligado a trasladar a 168 dotaciones para su extinción. Entre ellas, 27 cuadrillas de bomberos forestales y 23 medios aéreos.
Dos días después, el martes, la lengua de fuego también estaba frente a la casa de Vicente. Y decidió, igualmente, quedarse en Palacios. Su finca está un poco alejada del resto, junto al letrero que da acceso al pueblo. La verja delimita ahora el curso del incendio que ha arrasado esta zona. Este vecino vio venir ese fuego y decidió quemar una franja de paja seca que tenía junto a su vivienda para hacer una zona de seguridad que le protegiera.
Vicente muestra su casa, que no se ha visto dañada por el incendio que ha atravesado Palacios de Jamuz D. RIVAS
La casa de Benito, salvada de las llamas
Benito sale de su casa en el pueblo y enfrente tiene una fila de viviendas quemadas. Apenas tres metros separan su edificio de los calcinados, pero su residencia se ha salvado. Ha visto desfilar el fuego por la acera de enfrente.
«El martes por la noche me evacuaron, pero se quedaron jóvenes del pueblo con los bomberos para refrescar mi casa», explica. Ayudaron, así, a Benito y a otro vecino, que unos metros más adelante, también vio cómo el fuego acariciaba las paredes de su casa.
Ahora, un grupo de paisanos anuncia, arremolinados en la puerta de Benito, que ya vuelve a correr el agua por el grifo de sus viviendas. Sin embargo, no hay cobertura móvil.
Todavía sale humo de las vigas caídas, hay cristales rotos y marcas del fuego por las paredes de las casas calcinadas. Un camastro de metal es el último testigo de lo que hace tiempo fue una habitación porque, por suerte, la media docena de casas que se quemaron estaban abandonadas.
El incendio ha arrasado con hogares, que han quedado destruidos tras el paso de las llamas D. RIVAS
El incendio en Palacios de Jamuz también huele a la brasa de las casetas de las fiestas populares y a castaña asada. Pero no hay nada que celebrar, tampoco hay banderines por las calles. El verano de pueblo se ha quedado congelado y solo anima las calles un trajín de coches que van y vienen a revisar naves, ganado y maquinaria.
Gaudencio es el padre de Daniel y ya está de vuelta en la localidad. Con su todoterreno ha visitado unas viñas que tiene cerca. Por suerte, no se han quemado. Y recuerda ese martes por la noche: «El fuego se metió en el pueblo en cinco minutos» porque cambió el viento. Y expresa su frustración: «Estamos olvidados, abandonados».
Benito completa la crónica a pie de calle: las vacas de una finca del pueblo se han salvado porque se metieron en una balsa de agua.
«La culpa es de todos»
En este incendio forestal, al menos 5.000 hectáreas quemadas son matorral y pasto, según la Junta de Castilla y León.
Vicente se indigna con estos datos porque cree que hay que gestionar mejor ese «combustible». Por eso, considera que «la culpa es de todos». Y engloba ahí a las autoridades, pero, también, a los vecinos. «El estado de la maleza es lamentable» y cree que el pueblo podría haber cuidado más las fincas. Por ello, reclama que les dejen «quemar lo que consideramos un peligro», en referencia a esa maleza que ayuda a propagar el fuego. Por eso, propone crear un cinturón de seguridad en torno a las localidades.
Este vecino y Gaudencio tienen experiencia como brigadistas forestales. Ya están jubilados, pero reconocen que sus conocimientos les han permitido reaccionar. Vicente se enfundó su antiguo buzo de bombero y cree que por eso ninguna autoridad vino a pedirle que dejara de hacer labores en torno a su casa y se marchara. Piensa que se camufló. De madrugada, subió al pueblo a dar apoyo a los bomberos. Gaudencio agradece a los jóvenes que decidieron permanecer para ayudar en el control del fuego.
Sin embargo, sí reconocen ambos que los más mayores o las personas vulnerables hicieron bien en marcharse.
El tema de las evacuaciones es polémico en el pueblo: varios vecinos demandan que les dejasen ayudar. Por su parte, las autoridades recuerdan que no seguir las instrucciones de evacuación puede ser una falta grave o muy grave, lo que se traduce en una multa de hasta 30.000 euros. El magistrado Joaquim Bosch ha explicado en TVE que esta actitud incluso puede considerarse un delito de desobediencia, penado con un año de prisión.
Estos días de verano en Castilla y León se han transformado en «una situación extrema, nunca sufrida hasta ahora», señalan desde el Departamento de Medio Ambiente de la Comunidad. Hay 21 incendios forestales activos en este momento, 14 de ellos en nivel 2 de alerta. Por el momento hay casi una decena de heridos graves y críticos y tres muertos, dos de ellos un par de voluntarios de Castilla y León.
En las últimas horas, desde Ourense, en Galicia, un nuevo fuego ha saltado a Zamora. Hay 1.700 evacuados y, dos frentes que avanzan por los valles de Hermisende y de Pías.
Y en Palacios de Jamuz, donde ya han visto el hambre de las llamas, Vicente recuerda la destrucción de hace tres años en la Sierra de la Culebra, Zamora, a apenas 50 kilómetros. Así que reclama, en la puerta de su casa, convertida hoy en isla contra la destrucción, que todos aprendamos de estas noches de insomnio por el fuego para el futuro.
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