En la zona del río en Porto, un pueblo de Zamora, los vecinos se congregan para vigilar un incendio forestal próximo. Sobre un cielo todavía azul, se ve el humo blanco y cruzan dos helicópteros cargados de agua. Las llamas se intuyen por las señales en el cielo. Estos tres colores se replican en el escudo de la localidad, presente porque estos días se celebran sus fiestas: finas franjas blancas y azules sobre las que se impone una banda roja.
En las últimas horas, el viento ha alejado el peligro del fuego: ahora se esconde entre colinas. En la pasada noche, sin embargo, estuvo más cerca del pueblo. “Nos sentimos abandonados”, relata Sara, una vecina. La joven ha venido junto a su madre a la ribera del río para encontrarse con otros vecinos y compartir las últimas noticias. En la localidad, la cobertura de móvil es débil.
“ Nos sentimos abandonados“
En un círculo con otras mujeres, Sara se revuelve molesta. Y cuenta que, la pasada noche, los habitantes de Porto se vieron solos frente al incendio forestal. Empezó el pasado jueves a las 10 de la mañana y ha obligado a evacuar a unas 1.350 personas. Con sus llamas amenaza con entrar en el Parque natural de Sanabria.
Como recuerdan desde la Junta de Castilla y León, este fuego es complicado de apagar porque la zona es muy escarpada y apenas se pueden usar medios pesados terrestres como excavadoras. Desde que se declaró, han participado 12 cuadrillas (en cada una van siete personas) y seis medios aéreos, entre otros refuerzos.
Miembros de los servicios de Emergencias en Porto, Zamora. DANIEL RIVAS
Los bomberos se retiraron a las 20 horas tras su jornada, cuando la situación parecía controlada, expone Sara. A ella le entró la sensación de que algo podía pasar. Por eso, reclamaron un relevo para la noche. Y el monte ardió de nuevo: “Fueron los vecinos quienes dieron la voz de alarma a las 2 de la mañana”, apunta Sole, también presente en el corro para ponerse al día.
Según cuenta, un grupo de voluntarios subió para vigilar. Y se encontraron con una columna de humo que volvió a brotar de la tierra. Borja fue uno de ellos. Este joven pasa los veranos en este pueblo de tejados oscuros a dos aguas y muros de piedras grises. No dudó en subir con otras once personas: “Hicimos un cortafuegos y una quema controlada para impedir que hubiera más combustible”.
Desalojo voluntario
El pasado jueves, las autoridades reclamaron a la población de esta zona que evacuaran por el peligro del incendio. La orden, que afectó a las localidades de Villanueva de la Sierra, Barjacoba, Pías y Porto fue voluntaria. Si alguien permanecía en el lugar era, como les explicó la Guardia Civil, bajo su propio riesgo.
Prudencio, vecino de Porto, se quedó: “Irse era dejar arder el pueblo”. Considera que hubiera sido “una irresponsabilidad” porque cree que puede ayudar, “sin molestar, en lo que nos pidan”. Su pareja, eso sí, fue evacuada. “Aquí lo tengo todo”, señala, y piensa en su casa y en sus amigos. A Prudencio le acompañan en un banco de piedra del pueblo otros dos hombres y, desde aquí, se enteran de todos los movimientos de bomberos, guardias civiles y voluntarios: “A este sitio le llamamos la Moncloa, aquí se deciden las cosas”, añade, y sonríe.
La Junta de Castilla y León ha anunciado esta tarde que los 242 vecinos desalojados de Villanueva de la Sierra, Barjacoba y Pías pueden regresar a sus casas. Los de Porto esperan esta misma noticia todavía. Hasta que se produzca, un grupo de voluntarios se ha acercado en coche hasta el punto donde la Guardia Civil corta la carretera para entregar bebidas y que se repartan entre los vecinos.
Detalle de las viviendas de Porto, afectada por los incendios que asolan Zamora. DANIEL RIVAS
Fiesta aguada
Desde ese punto, el camino serpentea por dentro del valle entre robles, brezos y helechos. Uno tras otro, se suceden los pueblos, ahora desalojados, en una carretera formada a base de codos, donde las rectas tienen miedo de aparecer. En Pías, dos hombres, un adulto y otro joven, miran la carretera sentados en un banco. Por aquí llegan las noticias estos dos últimos días.
La vista solo descansa cuando aparece un pequeño embalse o una planicie famélica. Y, al final de ese trayecto, Porto presenta las farolas del pueblo vestidas con banderines de fiestas. Se lee, en ellos, los nombres de las peñas del pueblo, como O Tronzo y Peña Porfiois.
El humo cubre Porto, un pueblo de Zamora, afectada por los incendios forestales. DANIEL RIVAS
El miércoles y hoy son los días grandes, aunque faltan muchos vecinos y las ganas de celebrar. Prudencio recuerda que estas jornadas son las que otros años ha pasado con su familia en torno a una mesa con un cordero para comer.
En estos pueblos, explica Borja, se vivía de las vacas, ovejas y caballos. Ahora quedan pocos pastores. Y, en esto, este vecino ve una de las causas de que los incendios avancen tan rápido: ya no hay animales que desbrocen, que se coman la maleza. Y, tras pasar una noche en lucha contra el fuego, cierra la conversación con sus compañeros y pide ayuda: “Necesitamos que la Administración nos dé herramientas contra los incendios que podamos usar los voluntarios cuando el incendio es pequeño, como batefuegos (las palas para golpear el suelo)”.
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