Las llamas arrasan desde hace días miles de hectáreas en España, en la que ya es una de las peores oleadas de incendios en décadas. Pero aunque el fuego provoca una gran destrucción en las zonas directamente afectadas, sus impactos se sienten también a cientos de kilómetros.
Ocurre así con la contaminación del aire que provocan. La quema de la vegetación emite partículas en suspensión respirables (PM10) y finas (PM2,5), así como ozono troposférico, dióxido de azufre o dióxido de nitrógeno, sustancias que provocan graves efectos en la salud y multiplican las enfermedades respiratorias y cardiovasculares y las muertes.
Muchas estaciones de la zona cero de los incendios, en León y en el interior de Galicia, ha superado en numerosas ocasiones en la última semana los umbrales máximos que establece el Ministerio de Sanidad como riesgo para la salud, llegando a triplicar y cuadruplicar estos máximos, tal y como informa Ecologistas en Acción a partir de los datos públicos de estaciones de la región.
El Bierzo, uno de los lugares con peor aire del mundo
De hecho, los datos de Ponferrada muestran que la comarca leonesa de El Bierzo se ha convertido en los últimos días en uno de los lugares con el aire más contaminado del mundo. El sábado 16 de agosto se registraron las peores cifras en la ciudad, con concentraciones de 251 micrómetros por metro cúbico (µg/m³) de partículas PM10 y 224 µg/m³ de partículas PM2,5.
Por comparar, son datos que multiplican por diez los valores recomendados por la Organización Mundial de la Salud y por 20 los registros habituales de Madrid. También supera con creces el valor de la ciudad más contaminada del mundo el 18 de agosto, Medan (Indonesia), con 72 µg/m³, según la clasificación mundial que elabora la empresa de purificación del aire IQAir.
De acuerdo con estos parámetros, León capital se situaría como la segunda urbe con mayor polución, con un valor de 66 µg/m3. Se trata de partículas invisibles, 100 veces más delgadas que un cabello humano, aunque muy peligrosas para la salud.
Los primeros síntomas: tos, ojos llorosos o picor de garganta
«Es una segunda oleada de daño muy importante. El fuego es el que arrasa con todo, pero el efecto colateral es que las ciudades adyacentes respiran un aire altamente contaminado», explica a RTVE Noticias Cristóbal López Pazos, portavoz de Ecologistas en Acción en Galicia.
El humo trae consigo dióxido de azufre o dióxido de nitrógeno, sustancias «irritantes para la vía respiratoria«, ha explicado en el Canal 24 horas Carlos Baeza, neumólogo y miembro de la Sociedad Española de Neumología y de Cirugía Torácica. Al inhalarlos, provocan síntomas como la tos, el picor de garganta, de nariz u ojos llorosos.
En caso de padecer esos efectos leves, «tenemos que alejarnos lo antes posible del humo, lavarnos bien la cara y toda la piel e hidratarnos». Con ello, lo normal es que desaparezcan «en cuestión de minutos u horas», explica Baeza.
Carlos Baeza, neumólogo: «Exponerse al humo de los incendios aumenta el riesgo de sufrir infartos»
Síntomas más «alarmantes»: falta de aire o presión en el pecho
Sin embargo, también hay otros síntomas más graves que «deberían alarmarnos», como la sensación de falta de aire, de presión en el pecho o notar ruidos al respirar. «Esto puede decir que nuestra vía respiratoria inferior, nuestros pulmones, se estén cerrando». En este caso es necesario buscar ayuda médica urgente.
Además, las partículas tóxicas pueden pasar a la sangre, y de ahí afectan a todos los órganos. En este caso, se produce un «mayor riesgo de sufrir infartos, arritmias o ictus», señala por su parte Baeza.
Un reciente estudio del Instituto de Salud Global de Barcelona (ISGlobal) demuestra que las partículas PM2,5 procedentes de los incendios forestales suponen un mayor riesgo de mortalidad que las partículas no relacionadas con incendios. Los resultados, publicados en la revista The Lancet Planetary Health, también indican que la mortalidad asociada al humo de estos incendios, tanto por enfermedades respiratorias como cardiovasculares, podría estar subestimada en un 93%.
Además, el impacto de las partículas se extiende más allá de la duración de los incendios. Otro estudio, del Centro de Supercomputación de Barcelona, halló un aumento del 2,34% en las muertes relacionadas con enfermedades cardiorrespiratorias por cada incremento adicional de diez microgramos por metro cúbico de PM10 en los dos días posteriores a los incendios en Portugal en 2017. Entonces, el humo llegó hasta Reino Unido y permaneció allí hasta siete días.
Vuelven las mascarillas
Por ello, las autoridades de las localidades más afectadas han recomendado no salir de casa en la medida de lo posible y llevar mascarilla al aire libre. Las escenas en Ponferrada en los últimos días recuerdan a las de la pandemia, con gran parte de la población portando esta medida de protección.
Aun así, Baeza pide no confiarse. Las mascarillas son «una ayuda parcial», puesto que solo protegen de las partículas más grandes, y pueden dar una sensación de «falsa seguridad». En caso de usarlas, recomienda optar por las FFP2 y no por las quirúrgicas.
Además, pide también usar sistemas de ventilación o de purificación de aire que empleen filtros HEPA, «incluso días después de haberse producido el incendio», ya que las partículas tardan en desaparecer.
Sin un plan activo de calidad del aire en Castilla y León
Desde Ecologistas en Acción critican que la Junta de Castilla y León, la comunidad más afectada, carece de un plan de acción a corto plazo para actuar frente a episodios de mala calidad del aire.
En Galicia, donde se han superado los umbrales máximos de calidad del aire en estaciones de Lugo y Ourense, sí que hay un plan elaborado, aunque aún no se ha activado la fase de emergencia prevista en él. «Vemos que los incendios, por desgracia, no están ni de lejos bajo control, ¿a qué esperan para aplicarlo?», se pregunta López Pazo.
La magnitud de los incendios de Ourense, León o Zamora, además de en Portugal, es tal que incluso tizna de gris el cielo en buena parte de España, extendiendo a muchas ciudades los efectos nocivos para la salud.
Militares para evitar que la ceniza llegue al agua en Ávila
Los incendios no solo contaminan el aire, sino también el agua. En Ávila, el Ejército trabaja desde el sábado en el entorno del embalse de Serones, principal fuente de abastecimiento de la ciudad, para impedir que la ceniza procedente del cercano foco de El Herradón de Pinares contamine el agua.
El embalse ya vivió un episodio de contaminación por manganeso hace unas semanas, lo que hizo que durante varios días el agua de la ciudad fuese «no potable», y el grave incendio de 2021 en Navalacruz, en la misma provincia, también trajo consigo problemas de polución del suministro en varias ciudades.
Para evitar que se repitan estos problemas, los militares realizan «anillos en el entorno de la ladera» del embalse y «unos sistemas para que el agua drene, de manera que la ceniza se quede en la tierra y no llegue» al agua, tal y como ha señalado el alcalde de la capital abulense, Jesús Manuel Sánchez Cabrera.
La ola de calor termina este martes en España y los habitantes de las zonas más afectadas esperan con ansia la llegada de lluvias que permitan controlar los focos activos, pero los efectos para la salud de la contaminación seguirán amenazando a la población varios días más.
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