Sufrir cáncer supone un terremoto emocional para los pacientes y sus familias. Pese a los avances en esta enfermedad, la mayoría de los pacientes sienten miedo, estrés, preocupación, tristeza o ansiedad. Y entre un 15% y un 25% padece depresión con síntomas clínicamente relevantes.
Uno de estos pacientes es Lisa de la Herrán, que fue diagnosticada de un sarcoma en la pierna en agosto del 2023 y padeció depresión meses después, asociada a la enfermedad que ya estaba superando cuando aparecieron los primeros síntomas depresivos. Esta mujer explica su vivencia a EL PERIÓDICO para concienciar y normalizar una situación muy extendida, dada la alta incidencia de cáncer pero que, en la mayoría de los casos, se sufre en silencio.
Lisa de la Herrán se notó un bulto en la pierna y fue diagnosticada de un sarcoma de grado 1 en agosto del 2023
Lisa tiene 53 años y vive en Madrid. Con 51 años, en agosto del 2023, se notó un bulto en la pierna, por encima de la rodilla izquierda y tras consultar a un traumatólogo, recibió la mala noticia de que era un sarcoma de grado 1. En un inicio no se lo tomó “ni bien ni mal”, pensó que tocaba encomendarse a los médicos y confiar en que todo fuera bien.
Aunque sí notó, desde el inicio, la preocupación de sus familiares y amigos. Lisa ha padecido otras enfermedades, entre ellas un aneurisma, que tuvo durante la pandemia, lo que retrasó la operación necesaria para solucionarlo. “Era como vivir como una bomba de relojería en la cabeza. Cuando me iba a acostar me dolía y pensaba ‘no sé si me levantaré’”, explica.

Lisa de la Herrán, que ha sufrido cáncer y depresión / El Periódico
Sin embargo, la “presión social” que ha sentido en los últimos dos años ha sido mucho mayor. “El cáncer es como si te pusieran un sello en la frente y todo el mundo se preocupa, te pregunta, como si te fueras a morir, y yo pensaba, ‘vamos paso a paso, ¿no?’. Además, la gente te dice todo el rato, ‘qué bien lo llevas’, lo que te crea un poco de agobio porque no sabes realmente cómo lo tienes que llevar”, explica.
La depresión
En este ambiente, Lisa se sometió tanto a la operación como a la radioterapia y a las 80 sesiones de rehabilitación necesarias. En un inicio, tras la intervención, tuvo que ir con andador y luego con muleta, pero ha recuperado la movilidad completa, aunque le cuesta un poco subir escaleras y a veces la zona operada se le queda como agarrotada.
“Me daba igual todo, no tenía ganas de hacer nada y encima me sentía mal porque debía estar contenta porque todo había ido bien”
Sin embargo, cuando acabó todo el proceso y en abril del año pasado su médico le dijo una de las frases que más esperaba escuchar: “tienes los márgenes limpios”, en referencia a que no quedaba ni rastro de células malignas en su pierna, en ese momento le dio el “bajón” y entró en una fase en la que lloraba ante cualquier cosa, no le apetecía salir y tenía la sensibilidad a flor de piel. “Me daba igual todo, no tenía ganas de hacer nada y encima me sentía mal porque debía estar contenta porque todo había ido bien”, relata.
Lisa interpreta que tuvo depresión en ese momento porque cuando sabes que tienes cáncer “te pones en lo peor”, pero cuando “alguien te dice que ya ha terminado es como cuando estás trabajando todo el año y no te permites estar malo pero llega el verano y enfermas”. “Tu cuerpo creo que se relaja y la mente igual y te da el bajón de repente”, indica.
Cuando el cáncer está bajo control, muchos pacientes tienen síntomas depresivos porque tienen que retomar su vida pero, normalmente, con secuelas y sin el apoyo médico
De hecho, son muchos los pacientes que sufren depresión cuando termina la fase más dura del tratamiento. Varios psicólogos consultados ratifican que es uno de los momentos “emocionalmente más complejos” porque el paciente tiene que retomar su vida pero, normalmente, con secuelas y sin el apoyo médico que tienen durante el proceso.
La atención psicológica
Lisa, no obstante, decidió pedir ayuda y consultó a su médico de cabecera, quien le dijo que pidiera cita en el servicio de atención psicológica de la Asociación Española Contra el Cáncer (AECC). Es tal la falta de recursos en salud mental en el sistema público que este servicio se ha convertido en uno de los referentes en ayuda emocional al paciente oncológico. Solo en 2024, atendió a casi 55.000 personas entre enfermos y sus familiares, que también precisan de apoyo profesional en muchos momentos.
Lisa ha estado en tratamiento, con visitas mensuales con una psicóloga de la AECC, desde el pasado agosto hasta diciembre, cuando le dieron el alta. Y este apoyo, junto a un curso que ha hecho de mindfulness, le ha ayudado “muchísimo”.
Ha aprendido a “centrarse en lo importante”, a “adaptarse a la situación”, “a vivir el presente” y a “quitarle importancia a muchísimas cosas”. Por ejemplo, a una posible recaída. “De vez en cuando lo pienso, pero no me centro en ese pensamiento, prefiero pensar que si recaigo o lo que sea, ya me adaptaré a la situación”, concluye.
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