En San Vicente de Leira, los vecinos apartan escombros de sus casas y limpian las calles ennegrecidas. A su lado, una decena de militares, pala en mano, avanza con paso firme: con la urgencia de quien sabe que cada gesto ayuda a devolver algo de normalidad. Allí donde las llamas del incendio de Seadur-Larouco se han apagado, comienza la labor del Ejército de Tierra.
Si uno recorre estos días la comarca de Quiroga o se adentra en los montes de Valdeorras, es casi imposible no cruzarse con ellos y no una sino varias veces: patrullando carreteras secundarias, vigilando caminos forestales o de retén en una curva imposible. No están en la primera línea de fuego, pero su presencia se percibe igual de necesaria.
Varios militares llegan a San Vicente de Leira LUCÍA GONZÁLEZ
El puesto de mando lo han instalado en el albergue de Quiroga. En el aparcamiento, varios todoterrenos militares aguardan con el motor frío, listos para salir en cuanto llegue una nueva orden. La escena, a simple vista, parece rutinaria: mapas sobre la mesa, equipos de radio, soldados entrando y saliendo con carpetas. Pero bajo esa rutina se esconde una maquinaria compleja, pensada para que cada minuto cuente.
«Llegamos a la zona de Quiroga el día 18 a la madrugada y desde entonces no hemos parado. Cambiamos de asentamiento en función de dónde nos requieran», resume el capitán Abel Calixto desde el puesto de mando.
El capitán se presenta como jefe de la tercera compañía del Batallón Zamora, perteneciente al regimiento Isabel la Católica de la Brigada Galicia VII (BRILAT). Pero aquí, en el incendio de Larouco, ese cargo se transforma: pasa a ser jefe del subgrupo táctico BRILAT de apoyo a la Unidad Militar de Emergencias. «Cuando nos activamos en operaciones como esta, cogemos otros nombres», explica. Un mismo uniforme, pero un organigrama distinto, diseñado para encajar en la estructura de emergencias.
El despliegue no es pequeño. Más de un centenar de efectivos de la brigada Galicia VII, entre infantería, zapadores, helicópteros y unidades logísticas, actúan bajo el mando de la Unidad Militar de Emergencias. Y en el terreno, los soldados se enlazan con los actores más cercanos: desde Guardia Civil a ayuntamientos para detalles prácticos. «Estamos agregados y bajo mando directo de la UME. Todos los cometidos nos llegan a través de esa cadena, y sobre el terreno, enlazamos con las autoridades de la zona para esos pequeños detalles de coordinación que permiten ganar eficiencia», concreta Calixto.
Un militar del Ejército de Tierra y un miembro de la UME observan uno de los focos activos en Larouco Oficina de prensa BRILAT Pontevedra
Esa coordinación hace posible que, mientras los bomberos y brigadistas luchan contra el fuego, los militares del Ejército de Tierra se ocupen de todo lo demás: limpiar carreteras, apuntalar casas, repartir agua o asegurar que un pueblo evacuado no quede a merced de las llamas ni del miedo.
Lo que no sale en las cámaras
El trabajo se organiza en turnos que rara vez coinciden con el reloj del resto del mundo. La jornada comienza de madrugada, cuando el calor aún da tregua y los relevos permiten sacar patrullas frescas a los montes. No hay un patrón fijo: cada día trae un cometido distinto, a veces anunciado la noche anterior y otras decidido sobre la marcha. «Hay acciones que se pueden planear con algo más de tiempo, pero hay otras que surgen casi de inmediato. Depende de la emergencia, tenemos que estar listos para salir en cuestión de minutos«, explica el capitán.
Las tareas van desde lo más visible —patrullajes de disuasión en carreteras cortadas por la ceniza— hasta lo más invisible: llevar agua embotellada a aldeas aisladas, levantar un cortafuegos o despejar una vía rural cubierta de troncos carbonizados. Los zapadores, acostumbrados a manejar explosivos o abrir paso en zonas hostiles, en Galicia se convierten en manos que retiran cascotes de viviendas calcinadas. Y la infantería, preparada para vigilar bases en Mali o patrullar en Líbano, aquí hace lo mismo, pero entre viñedos y castaños.
Varios militares vigilan que no se reactive el fuego en los montes de Valdeorras Oficina de prensa BRILAT Pontevedra
La paradoja de su labor es esa: cuanto más eficaz, menos visible. Si no hay cortes de tráfico, si el agua llega a las aldeas, si el fuego no alcanza un núcleo de población, es porque en algún punto intermedio un militar se ocupó de la tarea. «No es lo mismo patrullar en Mali que en Larouco, pero al final la instrucción es la misma. Nuestro cometido es patrullar, y lo hacemos igual en Galicia que en cualquier parte del mundo», sostiene Calixto.
Entre la ceniza y la gente
Lo que no cambia, ni en Mali ni en Galicia, es el contacto con la población. Y aquí, en casa, ese contacto se multiplica. Los militares no solo se cruzan con vecinos; comparten con ellos la rabia y la impotencia. «Debajo del uniforme somos personas también, y muchos somos gallegos. Ver a la gente mal siempre afecta. Pero tiene que servirnos de estímulo para trabajar con más ganas y ayudar a que todo vuelva a la normalidad lo antes posible», reconoce el capitán.
Los vecinos, por su parte, responden con una gratitud desbordante. Les ofrecen agua, comida, un plato caliente, aunque los soldados insistan en que no hace falta. «Desde que llegamos no hemos dejado de recibir gestos de agradecimiento. Nos han intentado dar todo lo que tenían, aunque fuera poco. Y eso te recuerda que estamos luchando contra un enemigo común: el fuego«, cuenta el jefe de compañía.
Los encuentros más simples son también los que más marcan. Una pregunta al paso: «¿Cómo está la aldea de mis abuelos? ¿Se salvó?» O la sonrisa de un niño que saluda con entusiasmo al ver un convoy militar. Son escenas breves, casi insignificantes, pero que se clavan.
La otra cara de la emergencia
Los primeros días fueron los más complicados. No tanto por el fuego directo —los militares del Ejército de Tierra no trabajan en la extinción—, sino porque los focos activos limitaban la movilidad. Rutas que en un mapa parecían evidentes se volvían imposibles: carreteras cortadas, humo que obligaba a desviarse, pueblos rodeados por llamas. «Para una ruta que podría ser simple, al estar cortadas las vías teníamos que planear con mucho detalle y en ocasiones reconducir todo el itinerario», recuerda el capitán.
Esa incertidumbre obliga a un esfuerzo extra de logística. Cada movimiento se calcula con mapas actualizados al minuto, con información que baja desde el puesto de mando de la UME hasta la última patrulla. Los soldados aprenden a convivir con la improvisación: lo que hoy es vigilancia en un cruce puede ser mañana un reparto de agua en una aldea y pasado mañana una noche entera despejando una carretera de troncos humeantes.
La Brigada Galicia VII prepara un cortafuegos ante la posible llegada del incendio Oficina de prensa BRILAT Pontevedra
Pero más allá de la fatiga o el calor, lo que pesa es la conciencia de estar cerca de casa. Muchos de los que patrullan estas carreteras son gallegos. Y aunque el capitán insiste en que no debería haber diferencia, lo reconoce: «Siempre afecta más. Pero no ya por ser gallego. Nos da igual que sea en Valencia o en Galicia: lo importante es que son compatriotas que lo están pasando mal. Nosotros estamos aquí para ayudar a cualquier persona, sea donde sea».
En silencio, siempre presentes
El incendio de Larouco se irá apagando en los titulares cuando el último foco quede extinguido. Pero en las comarcas afectadas quedará el trabajo de esos uniformes verdes en segunda línea. De los soldados que no salieron en las imágenes espectaculares del frente de llamas, pero que mantuvieron abiertas las carreteras, llevaron agua a los pueblos y ayudaron a los vecinos a limpiar sus casas ennegrecidas.
Varios militares descargan agua para los vecinos afectados por el incendio de Larouco Oficina de prensa BRILAT Pontevedra
Su labor es discreta, pero decisiva. Sin ellos, la emergencia sería más caótica, el desamparo más profundo. Son los guardianes invisibles de un incendio que arrasó montes y viñedos, pero no logró borrar la solidaridad. En las calles de San Vicente de Leira, en los caminos de Quiroga y Valdeorras, su huella queda en cada piedra apartada, en cada patrulla que pasó y en cada gesto de calma que ofrecieron a los vecinos.
El Ejército de Tierra no apaga las llamas, pero ayuda a apagar el miedo. Y ese, aunque no se vea en las cámaras, es un fuego igual de difícil de contener.
En TodoEmergencias.com encontrarás uniformidad, señalización, mochilas tácticas, botiquines, luces de emergencia y todo el material profesional que necesitas.
- 🇪🇸 España y 🇵🇹 Portugal: envíos rápidos en 24/48h
- ✅ Material homologado y probado por cuerpos de emergencias
- 📆 Más de 20 años de experiencia en el sector