Un millón y medio de catalanes tienen más de 65 años, pero en diez años serán 2,6 millones. El envejecimiento poblacional de las últimas décadas, unido a una serie de transformaciones sociales, familiares, culturales y tecnológicas —además del impacto de la pandemia de covid—, ha incrementado el riesgo de soledad no deseada y aislamiento social, especialmente entre la gente mayor.
En Catalunya, la atención primariaha afinado su radar en los últimos años para detectar precozmente, entre sus pacientes, a personas afectadas por esta realidad. Los centros de salud han ideado iniciativas para paliarla. Una de las más novedosas es ‘Caminem Junts’, del CAP Balàfia-Pardinyes, en Lleida, un proyecto que consiste en una serie de caminatas para los pacientes del centro (que tengan más de 65 años y con algún riesgo de aislamiento). El CAP divide estas caminatas en grupos de personas, según su capacidad física y el barrio en que viven.
«Cada vez hay más personas que van al médico por cosas leves, simplemente porque están solas. Esto tiene un impacto en el sistema sanitario»
«La soledad no deseada tiene unas consecuencias físicas o psicológicas que vemos cuando los usuarios consultan a su médico o enfermera de cabecera. Suelen ser personas que se aíslan en casa, hacen menos actividad física —hay más sedentarismo— y se alimentan peor», explica Jacob Mesalles, enfermero del CAP Balàfia-Pardinyes, miembro de la Associació d’Infermeria Familiar i Comunitària de Catalunya (Aificc) e impulsor de ‘Caminem junts’. Por eso la soledad «aumenta» el riesgo de enfermedades cardiovasculares y respiratorias.
Los estudios más fiables sobre soledad no deseada son de antes de la pandemia y señalaban que entre el 4% y el 10% de la gente mayor padecía soledad no deseada. El covid-19 acentuó esta realidad y, aunque todavía faltan investigaciones más robustas, ya hay estudios que apuntan a que esta problemática podría oscilar entre el 10% y el 18,5% de las personas mayores de entornos como el de Catalunya, España y Europa.
Todos los participantes de ‘Caminem junts’ son vecinos del barrio de Pardinyes, lo que favorece su red vecinal más próxima
Como explica Mesalles, el origen del proyecto ‘Caminem junts’ se remonta a 2023. «Analizamos los problemas de salud de nuestra población y vimos que el aislamiento era un problema muy prevalente en los barrios de nuestra área básica de salud (ABS)». Para solucionarlo, idearon las caminatas. «Agrupamos a la gente según su capacidad física y dónde viven y hacen tres o cuatro caminatas a la semana durante una hora», explica a EL PERIÓDICO este enfermero. La actividad, afirma, está «muy dirigida» y «muy individualizada», es decir, no está abierta a toda la población. El CAP la ‘receta’ a determinados usuarios. Estas caminatas no solo mantienen la forma física de los participantes, sino que les permiten relacionarse con otras personas.
«Antes les hacemos una entrevista en el CAP y analizamos cómo están físicamente, si pueden ir a un ritmo más rápido o no». Mesalles asegura que estas caminatas cumplen el volumen de actividad física que establecen los objetivos de la Organización Mundial de la Salud (OMS).
De momento en ‘Caminem junts’ hay unos 70 usuarios apuntados, vecinos todos ellos del barrio leridano de Pardinyes, lo que favorece su red vecinal y comunitaria más próxima. La intención del CAP es ampliarlo a otros dos barrios de la zona. Aunque es habitual organizar caminatas desde los centros de salud, la particularidad de este proyecto es que las personas de cada grupo tienen una capacidad física muy similar y viven cerca las unas de las otras, con lo que pueden crear vínculos de amistad.
Los CAP catalanes derivan a sus pacientes a actividades de barrio para romper su aislamiento
La soledad no deseada también causa problemas psicológicos. Lo dice Ester Giménez, presidenta de la Aificc. «Las enfermeras miramos por el bienestar global del paciente y por eso cualquier malestar psicológico significa que no estás disfrutando de una buena salud», afirma. Esta enfermera que trabaja en el centro de urgencias de atención primaria (CUAP) de Gràcia, en Barcelona, asegura que en las urgencias cada vez se ve más esta problemática. «Hay cada vez más personas que van al médico por cosas leves, simplemente porque están solas. Esto tiene un impacto en el sistema sanitario. Se trata de visitas donde no hay un motivo de consulta importante y, si no estuvieran solas, no vendrían», señala.
El CAP Casanova de Barcelona conecta a sus usuarios con jóvenes del barrio para ir juntos al teatro
La mayoría de las veces los pacientes no exteriorizan esta soledad no deseada. «Pero nosotros valoramos su situación social y familiar y acabamos detectando que puede haber soledad. A veces hay usuarios que tienen soledad y no malestar. Y, al revés, personas con familias y vidas activas aparentemente, pero que, aun así, se sienten solas. Nosotros analizamos bien el contexto de cada paciente», apunta Mesalles.
Red comunitaria
Los centros de primaria, además, al desarrollar actividades comunitarias, están en contacto con los diferentes servicios de los barrios. Ello les da instrumentos que les permiten derivar a sus pacientes a los mismos. Es lo que hace, por ejemplo, el CAP Casanova de Barcelona, que aunque no tiene actividades específicas para abordar la soledad no deseada, sí informa a sus usuarios de recursos que tienen para romper ese aislamiento.
Hay tres actividades a las que principalmente deriva este CAP, como explica la enfermera Marta Soriano: el Espai de la Gent Gran de l’Esquerra de l’Eixample, que está destinado a mayores de 65 años (o de 55 pero que estén prejubilados); el proyecto ‘Plaudite Teatre’, que se lleva a cabo con alumnos del Institut Escola Londres (mayores y adolescentes realizan teatro intergeneracional); y el proyecto ‘Grans Teatreros’, en el que una persona mayor de 18 años acompaña al teatro a un mayor de 65 años (en situación de riesgo) durante todo un año y ambos tienen entradas gratuitas.
«La soledad no deseada es una problemática cada vez mayor. En un barrio como el Eixample hay una brecha generacional, se mezcla gente muy mayor con gente muy joven y mucho turismo. Suele ser gente mayor que vive en pisos de rentas antiguos», explica Soriano. Los propios pacientes van al CAP acompañados de sus cuidadoras. Y ellos mismos lo verbalizan: que sus hijos viven fuera y no quieren «molestarlos». «Nosotros tenemos un papel muy cercano con los pacientes y sus familias. Intentamos que toda la familia tenga el mismo profesional de referencia. Hacemos una entrevista bio-psicosocial para ver si tienen buena relación o no y ver si hay alguna esfera social que esté en riesgo para así abordarla», concluye.
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