Los neurólogos esperan empezar a administrar en los próximos meses los dos primeros fármacos que ralentizan la progresión del Alzheimer. Son el lecanemab, que desde abril cuenta con la autorización de la Comisión Europea y ahora está pendiente de los trámites estatales, y el donanemab, que sigue el mismo camino. Especialistas del Hospital de Sant Pau de Barcelona afirman que los tratamientos y los avances en biomarcadores para detectar la enfermedad han abierto una «nueva era» para el Alzheimer al tiempo que implican nuevos retos para la sanidad pública, ya que serán necesarias muchas más visitas y pruebas a los pacientes. Los neurólogos avisan de que el sistema sanitario «se tensará» y piden realizar las inversiones necesarias para organizar circuitos y tener más profesionales.
«El Alzheimer puede ser irreconocible en unos cinco años desde el punto de vista de cómo lo tratamos y cómo lo prevenimos«, afirma el doctor Juan Fortea, jefe del grupo de Neurobiología de las Demencias del Instituto de Investigación Sant Pau, en un encuentro con periodistas con motivo del Día Mundial del Alzheimer, que se celebra este domingo.
Coincide plenamente el director del Servicio de Neurología del hospital, el doctor Albert Lleó. «En estos momentos estamos en una nueva era, fundamentalmente por la aprobación de los primeros medicamentos modificadores del Alzheimer», recalca sobre esta enfermedad que afecta a más de 50.000 personas en Catalunya.
Después de décadas buscando cómo cambiar el curso del Alzheimer, han llegado los primeros resultados positivos y actualmente existen 138 medicamentos en búsquedas activas de esta enfermedad. «Estamos en un punto similar al de la esclerosis múltiple hace 30 años o al del cáncer con las primeras quimioterapias», señala Lleó, haciendo referencia a estas enfermedades que en las últimas décadas han cambiado enormemente el pronóstico para muchos pacientes.
Los avances en biomarcadores también han permitido mejorar el diagnóstico y la ciencia busca cómo evitar la aparición de la enfermedad cuando el cerebro comienza a presentar lesiones. Esta fase sin síntomas puede durar años, pero todavía falta mucho camino para la prevención secundaria, es decir, cómo evitar que una persona con acumulación de unas determinadas proteínas en el cerebro acabe desarrollando el Alzheimer.
Del laboratorio a los pacientes
En medio de una visión «fundamentadamente optimista», como la describen estos especialistas, los avances científicos abren nuevos interrogantes y retos para el sistema sanitario y también una necesidad de ajuste de expectativas. Los primeros medicamentos disponibles no son para el tratamiento del Alzheimer en sí, sino que están indicados para pacientes en las fases más iniciales de la demencia, pero no para cuándo la enfermedad ya está avanzada. Además, los neurólogos calculan que sólo un 15% de las personas que se encuentren en estas fases iniciales podrán recibir el lecanemab, ya que varios tipos de contraindicaciones excluirán a los demás pacientes.
El lecanemab también ha ido precedido de controversia por efectos secundarios, la relación entre riesgos y beneficios y el coste. Sin embargo, los especialistas de Sant Pau aseguran que los resultados son robustos y que Europa no puede quedarse atrás. Este tratamiento ha demostrado que ralentiza el deterioro cognitivo del Alzheimer cerca de un 30% y esto se traduce fundamentalmente en tiempo ganado, con mayor calidad de vida y autonomía de los pacientes.
Además, los neurólogos aseguran que, aunque sólo una minoría de personas pueda recibir de entrada estos fármacos -que por la prevalencia de la enfermedad ya será un volumen importante-, los cambios que deberán realizarse en el sistema de salud «beneficiarán a la mayoría de pacientes».
Los medicamentos para ralentizar la progresión del Alzheimer como el lecanemab requerirán que, para poder optar a ellos, los pacientes deban realizarse varias pruebas, como diagnósticos con biomarcadores, evaluaciones neuropsicológicas, resonancias magnéticas y un estudio genético, mientras que ahora muchas de ellas no se realizan.
En caso finalmente de poder recibirlo, el tratamiento deberá administrarse cada dos semanas en el hospital de día por vía intravenosa, lo que comportará mucha más actividad para las enfermeras, y será necesario un control de estos pacientes con visitas y resonancias magnéticas, que necesitarán radiólogos y neurólogos.
«Pasaremos de visitar a un paciente una o dos veces al año a hacerlo 24 o 30 veces, con la necesidad de un equipo más multidisciplinar para las pruebas. La actividad asistencial que conlleva todo esto es muy grande. A corto plazo habrá que ajustar los circuitos, si bien a medio plazo será una cuestión de personal», adelanta el doctor Fortea. Por su parte, el Departamento de Salud indica en una información en la web que está trabajando para hacer accesibles estos medicamentos.
Uno de los grandes desafíos que plantean los primeros tratamientos es, por tanto, la accesibilidad. Las diferencias a la hora de acceder a los primeros fármacos ya se han visto entre países por los diferentes posicionamientos de las agencias reguladoras y podrían darse también en el ámbito estatal en los próximos meses.
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