El vídeo sobre el descubrimiento de un crematorio clandestino en Jalisco llevaba días circulando por las redes sociales. En él, Rubí identificó ropa, zapatos y una maleta. Todos le recordaban a su hermana desaparecida, pero fue la imagen de un libro lo que confirmó sus sospechas. «Al finalizar la transmisión muestran una Biblia que solamente le pertenece al grupo religioso de mi familia. No es una Biblia común que cualquier persona católica pueda tener. Además, mi madre le había regalado a ella una exactamente igual unos meses antes», cuenta a RTVE.es.
Fue precisamente el hallazgo de este ejemplar lo que hizo que Rubí supiera que su hermana Merari había estado cautiva en el Rancho Izaguirre. Las puertas de este terreno de Teuchitlán, en el estado mexicano de Jalisco, se abrieron el pasado 5 de marzo. El descubrimiento, por integrantes del grupo Guerreros Buscadores, desveló el horror que escondía este campo de exterminio del crimen organizado al servicio del Cártel Jalisco Nueva Generación (CJNG).
Raúl fue uno de los miembros del colectivo que descubrió la finca. «Llegamos al rancho y no había ni sellos, ni cadenas, ni candados. No había nada que nos impidiera ingresar al lugar. La sorpresa fue todo lo que nos encontramos. Lo primero que vimos fue muchísima ropa, tanto de mujeres como de hombres y dos altares de la Santa Muerte. Yo, personalmente, me puse a escarbar y encontré muchísimos casquillos. También encontramos aros aprehensores (esposas), llaves de aros aprehensores y restos óseos de personas calcinadas«, recuerda.
El grupo también halló libretas en las que los secuestrados escribían cartas de despedida a sus seres queridos. «Mi amor, si algún día ya no regreso, solo te pido que recuerdes lo mucho que te amo. Y digas: ‘Se me fue mi enojón, berrinchón y celoso'», se puede leer en una de ellas.
Más de 1.300 objetos sin dueño
Dentro del Rancho Izaguirre también encontraron hornos crematorios, fosas clandestinas y miles de objetos personales. Debido a la pérdida de ADN provocada por la calcinación, es imposible determinar a quién pertenecen estos restos óseos. Para facilitar la identificación, la Fiscalía de Jalisco ha publicado una lista de los objetos encontrados en la finca para que los familiares de las personas desaparecidas puedan reconocerlos y establecer posibles vínculos. En total son 1.308. Todavía no está claro cuántos murieron en el lugar y, un mes después del hallazgo, cientos de personas continúan llegando a la zona con la esperanza de encontrar alguna pista sobre sus seres queridos. Sin embargo, muchos denuncian la imposibilidad de ver los objetos. Los huesos quedaron inidentificables, por lo que un bolso o una chaqueta podría ser lo único que quede de ellos. «Estas personas quedaron reducidos a la nada y ahorita el gran problema va a ser saber quiénes eran en vida esas personas», expone Raúl.
Patricia y su marido formaron parte del primer grupo que entró acompañado de funcionarios. Su hija Fanny desapareció en 2021 y, después de cuatro años buscándola, su madre sospecha que pudo haber pasado por el Rancho Izaguirre. En las imágenes compartidas en redes, a Patricia le llamó la atención una «bolsa de mano». Era igual a la que su hija llevaba el último día que la vio, sin embargo, al entrar a la finca, ya no había nada.
Agentes de la fiscalía de Jalisco custodian el rancho Izaguirre, en Teuchitlán, Jalisco, México, el 20 de marzo de 2025. Stringer/Anadolu via Getty Images
Ahora lucha para que las autoridades le muestren personalmente este artículo. «Pienso que es la de mi hija, pero para estar segura, necesito verlo. Quiero descartar esa opción», sostiene. Cuando una persona reconoce alguna prenda, zapatos, bolsa o algún accesorio, el estado facilita el reconocimiento de esos objetos. Sin embargo, «a mí, en lo personal, nunca me han dado seguimiento sobre esa bolsa», asegura Patricia. La madre de Merari tampoco pudo ver físicamente los objetos que vincula a su hija.
«Entramos al rancho con la finalidad de ver algún indicio, que sintiera que mi hija estuvo ahí, pero todas las madres buscadoras tuvimos la misma sensación. Fuimos una burla para el gobierno, unos títeres para su circo. ¿Por qué? Porque lo manejaron como un tour, como un museo, como una atracción. Simplemente, caminamos sobre una zona acordonada. Eran 15, 20 minutos a hacer el tour«, denuncia Patricia.
Reclutamiento forzado y captación
Fanny «salió un día con su novio, pero ya no regresó nunca más. La he buscado por mis propios medios. Uno hace de todo por encontrar a sus hijos: de investigador, de perito, de todo. He investigado a la familia y, lamentablemente, con mucha información, llegué a la conclusión de que posiblemente se la llevaron a algún lado porque el muchacho trabajaba en cosas malas», sostiene esta madre, que menciona el narcotráfico.
El CJNG ha empleado diversas tácticas para reclutar personas en el Rancho Izaguirre, entre los que se encuentra el secuestro directo de personas. Sin embargo, el más común era a través de las ofertas de empleo falsas. El cártel publicaba vacantes ficticias en redes sociales con promesas de trabajos bien remunerados, como puestos de guardia de seguridad.
Es el caso de Merari. Ella también era guardia de seguridad y le contactaron por redes para un trabajo en la localidad de Vallarta, fuera de su Jalisco natal. Le ofrecieron un sueldo «demasiado alto para ser guardia de seguridad». Unos 6.000 pesos mexicanos a la semana (poco más de 200 euros). En la oferta no se especificaba el nombre de la empresa, pero sí decía que era fuera del estado, que les daban hospedaje completamente gratis y que corrían a cuenta de la empresa los alimentos y clases de defensa personal. «Se me hizo muy raro porque ese sueldo era muy alto y ella no tenía estudios. Se lo comenté y me dijo que exageraba, que yo era muy miedosa. Igualmente, fue la entrevista», lamenta. Desde aquel día, Rubí no volvió a ver a su hermana.
Merari había dejado a su bebé con su madre e hizo las maletas para irse. Cuando desapareció, lo primero que pensó su familia es que se habría marchado con otra persona, pero pronto vincularon su ausencia con el crimen organizado. La policía cibernética identificó que la última llamada fue a la central camionera donde el cártel la había citado.
Al acudir a las entrevistas, las víctimas del Cártel Jalisco Nueva Generación eran trasladadas al rancho, donde se les sometía a entrenamientos forzados y, en muchos casos, a torturas y asesinato. Tras la detención a finales de marzo de El Lastra, cerebro de estos engaños, se ha comenzado a destapar la verdad. A estas personas se las citaba en una estación de autobuses y desde ahí se los llevaba, ya encapuchados, al ‘narcorrancho’. En la finca, situada a poco más de una hora de Guadalajara, se enfrentaban a un mes de adiestramiento. Al que se resistía, lo asesinaban; y los que sobrevivían nunca volvían a ser las personas que en algún momento fueron.
Más de 124.000 desaparecidos
Este caso se ha convertido en el símbolo más reciente de la violencia que azota México desde hace décadas y ha puesto sobre la mesa su crisis de desapariciones. Según los datos del Gobierno, más de 124.000 personas están desaparecidas, gran parte de ellas a consecuencia de la violencia del narcotráfico. Jalisco es especialmente el estado con el mayor número de personas ilocalizables, con 15.000. La mayoría de los casos nunca se resuelven.
El hijo de Raúl, de mismo nombre, desapareció en 2018. Su padre se ha pasado los últimos siete años buscándolo sin consuelo y por eso se unió al grupo Buscadores Guerreros de Jalisco. Es la misma razón por la que Patricia se sumó a los buscadores Huellas de Amor. Hacen el trabajo que, según denuncian, no llevan a cabo las fuerzas de seguridad: difunden casos de desapariciones, hacen búsqueda en vida, ya sea a centros penitenciarios o centros de rehabilitación, dan charlas y hacen exploraciones de campo inspeccionando lugares sospechosos. «Nosotros tenemos que hacer todas las cosas por el gobierno de Jalisco. Cargamos nuestras varillas, picos, palas, rastrillos. Todo lo que se requiere para seguir buscándolos. Lo hacemos por el amor que les tenemos a nuestros desaparecidos«, expone Raúl. Fue precisamente su grupo el que recibió llamadas anónimas que les avisaban de la importancia de visitar el Rancho Izaguirre lo antes posible. «Nos dijeron que allí había cuerpos», manifiesta a RTVE.es.
De derecha a izquierda: fotografía de Merari, los zapatos que llevaba puestos el día de su desaparición y los zapatos encontrados en el Rancho Izaguirre Cedidas por la familia
La presencia de miembros del crimen organizado en este ‘narcorrancho’ fue confirmada por las autoridades mexicanas en septiembre de 2024. Durante una intervención policial, efectivos de la Guardia Nacional se enfrentaron a hombres armados. Diez personas fueron detenidas y un número incierto de ellas huyeron. En la operación se liberó a dos secuestrados y se encontró un cadáver. A raíz de esto, las autoridades iniciaron una revisión de la finca que tiene unos 10.000 metros cuadrados. Sin embargo, nada de esto trascendió a la prensa.
No fue hasta marzo que los Guerreros Buscadores de Jalisco llegaron a la zona y contaron lo que había allí dentro. Fue este colectivo, y no las autoridades, quienes encontraron los fragmentos de huesos calcinados, la ropa y los objetos personales. En septiembre, los investigadores no registraron ni pruebas ni huellas dactilares, no analizaron los lugares sospechosos de cremación, no determinaron la propiedad del rancho ni custodiaron el lugar. Por razones como esta, el hallazgo ha desatado una oleada de indignación y movilizaciones en todo el territorio mexicano, mientras organismos internacionales y nacionales han pedido que se investigue el caso en un país en el que diariamente desaparecen 30 personas.
«Nosotros estamos seguros de que mi hermana estuvo ahí, pero no la damos por muerta. Cuando llegaron a ese lugar, encontraron velas destruyéndose. No hacía mucho tiempo que habían estado ahí, se pudieron haber movido de lugar. No lo sé. No damos por muerta a mi hermana. Nunca la dejaremos de buscar hasta que nos entreguen pruebas contundentes, pruebas físicas o algo que lo compruebe que ya está muerta», sentencia Rubí.
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