Las llamas devoran ecosistemas enteros en cuestión de horas. En los últimos días, miles de hectáreas de la península ibérica, que conforman espacios naturales únicos, han sido pasto del fuego, 84.703 solo en la semana entre el 6 y el 12 de agosto, según datos del Sistema Europeo de Información sobre Incendios Forestales.
Las llamas han arrasado Las Médulas, en Castilla y León, paraje declarado patrimonio de la humanidad por la UNESCO, o la Sierra de la Plata, en Cádiz. Pero en ese mar de cenizas que deja un incendio a su paso, unas especies cuentan con más facilidades que otras para sobrevivir.
Son las plantas pirófilas, variedades con mecanismos para adaptarse allí donde los incendios ocurren con frecuencia. RTVE.es explica con detalle las características de esta clase de flora con propiedades ignífugas que pueden resultar clave en la restauración ecológica.
Las «amigas de las llamas»
Las plantas pirófilas se enmarcan dentro de «especies que han llevado a cabo diferentes adaptaciones para poder sobrevivir y competir mejor que otras» en ecosistemas donde la presencia del fuego está a la orden del día, según señala a RTVE.es el ingeniero técnico forestal, Diego López Torrijos.
La flora que cubre la superficie íbera se encuentra estos días totalmente expuesta a la virulencia de la ola de incendios. Sin embargo, unas especies están «más acostumbradas a la ecología del fuego» que otras, razona el experto.
Del griego, pyro, que significa ‘fuego’, y phila, que quiere decir ‘amistad’, su etimología responde bien a la destreza con la que resisten al paso de las llamas. Ha sido gracias a «convivir con los incendios» que su «desarrollo evolutivo» ha logrado alcanzar esta clase de adaptaciones, sostiene López Torrijos.
Pero su capacidad de resiliencia debe entenderse más bien por su habilidad para repoblar a su especie. En definitiva, son plantas que «una vez el incendio pasa tienen diferentes estrategias para germinar y resistir», matiza el técnico forestal.
¿Cuáles son y cómo se clasifican?
Su clasificación viene determinada por la estrategia que utilizan para poner en práctica esa resistencia. Los expertos identifican tres tipos de pirófilas y cada una de ellas utiliza su propia herramienta para hacer justicia a su naturaleza adaptativa.
Son las de resistencia pasiva, las rebrotadoras y las germinadoras, detalla el experto. El alcornoque, por ejemplo, pertenece a la primera especie. Este árbol, habitual en climas áridos del sur de Europa y el norte de África, dispone de una «gruesa» corteza acorazada a base de corcho, que le protege de temperaturas elevadas.
Se muestra pasivo ante el incendio, señala López Torrijos, «protegiéndose» de las llamas, y una vez que el fuego se ha extinguido vuelve a reproducirse.
Arboleda de alcornoques en el Parque Nacional de Cabañeros EFE /Jesús Monroy
Por su parte, árboles como las encinas se benefician de lo que se conoce como «yemas durmientes» o latentes. Gracias a este tejido, presente en su tronco o raíz, esta planta rebrotadora es capaz de volver a crecer con facilidad cuando sufre daño, por ejemplo tras el paso de un incendio.
Otras, como el pino carrasco, emplean mecanismos diferentes. De sus ramas cuelgan lo que se conoce como «piñas serótinas«, capaces de resistir al calor y que se abren en respuesta a las altas temperaturas cuando ocurre el incendio. Una vez la semilla queda expuesta y se desprende, consigue crecer incluso en zonas completamente devastadas por las llamas.
Campo de encinas que resisten los estragos del fuego en Tres Cantos EFE / Daniel González
Esta es una especie germinadora, rápida asimismo a la hora de alcanzar su etapa de madurez y engendrar el fruto, ya que su exposición al peligro le obliga a reproducirse deprisa. Del mismo modo actúa la jara, arbusto típico en climas mediterráneos, cuya semilla posee una rígida cubierta que logra resistir y germinar tras el fuego.
Un bombero trabaja para impedir que el incendio se propague en áreas de pino carrasco (Navarra) Eduardo Sanz / Europa Press
¿Dónde crecen?
En el ecosistema de clima mediterráneo, la presencia de incendios es «habitual y recurrente«, comenta Diego López Torrijos. Sus veranos tórridos e inviernos suaves convierten la superficie de sus paisajes en presa fácil para las llamas.
Se presenta en varias regiones del planeta, aunque sobre todo destaca por ser habitual en el sur de Europa, el norte de África y en zonas costeras de Oriente Próximo. «Dentro del clima mediterráneo hay una convivencia continua con los incendios», ilustra el experto.
Es aquí donde se prestan las condiciones para que, tras siglos de evolución, las pirófilas se hayan asentado. Así, dos especies de pino que se han desarrollado en biomas diferentes no tienen las mismas adaptaciones porque han vivido una «ecología de incendios muy distinta», expone el técnico forestal.
Por ejemplo, el pino carrasco crece en lugares áridos y secos, con preferencia por suelos calizos y drenados. En cambio, el pinus nigra o pino negro, ejemplifica el experto, se desarrolla en zonas de serranía, con más pluviometría y tormenta de verano. «Eso hace que su ecología sea diferente», justifica.
Su capacidad para repoblar ecosistemas
Cuando el fuego se ha cobrado la vida de todo un paraje, la vegetación que primero volverá a crecer será la pirófila. Por ello, dice López Torrijos, en aquellos ecosistemas donde la exposición al fuego es mayor serán ellas las pioneras en colonizar terrenos devastados en lo que conoce como la «sucesión ecológica«.
«Cuando se hace una reforestación, se tienen que introducir especies de este tipo porque son las que están más acostumbradas a una mayor exposición al sol», argumenta el técnico forestal. Otras especies, como la mayoría de las frondosas, es decir, aquellas de hoja ancha y plana, requieren de menor contacto con la luz, por lo que replantar con ellas son sería apropiado.
La recurrencia de incendios, agravada a juicio del técnico forestal por el cambio climático, ha comportado que «la vegetación máxima que se pueda alcanzar» sea en muchas ocasiones el pinar por su resistencia a estas condiciones.
Sin embargo, conviene aclarar que la reforestación se plantea en función, «tanto de lo que había antes como hacia adonde se quiere ir», matiza. Por ello, se procede a la «plantación mixta», mezclando por ejemplo pinos y encinas con distintas especies de matorral pera favorecer la biodiversidad. «La idea es generar una estructura diferente a las típicas reforestaciones de un pino al lado del otro que luego cualquier mínimo incendio hace que arda», asegura.
Según datos de Eurostat, en torno al 70% de la superficie forestal es privada. La cifra favorece el hecho de que la gestión de estas zonas se abandone y los incendios se reproduzcan, sobre todo en el ecosistema mediterráneo, donde la tierra es «poco rentable». «La vegetación va creciendo y, si no hacemos gestión, va suponiendo una biomasa que se va cargando, como una lumbre que cada vez va teniendo más leña», sentencia Diego López Torrijos. Por ello, pide compromiso a los propietarios y colaboración de la sociedad civil.
En TodoEmergencias.com encontrarás uniformidad, señalización, mochilas tácticas, botiquines, luces de emergencia y todo el material profesional que necesitas.
- 🇪🇸 España y 🇵🇹 Portugal: envíos rápidos en 24/48h
- ✅ Material homologado y probado por cuerpos de emergencias
- 📆 Más de 20 años de experiencia en el sector