La abuela Elena no quería dejar su pueblo en Sanabria ante el riesgo de un incendio forestal. Sus nietos tuvieron que hacerle chantaje emocional: o se iban todos juntos, o ninguno. Al final ha cedido y ahora espera noticias a unos kilómetros de su casa, en Vigo (de Sanabria). Y ve pasar todoterrenos de la UME y vehículos de la Guardia Civil a toda prisa con dirección a la sierra.
Elena asoma la cabeza de la residencia donde se aloja y maldice a «aquellos que dejan que se queme Sanabria». Su nieta solloza cuando rememora el fuego que, desde este lunes, les expulsa de su tierra a su familia y a 8.000 personas más de seis localidades de este Parque natural, según estimaciones de la Junta de Castilla y León.
El cielo es naranja y flotan virutas de ceniza. El viento aparece, remueve el polvo del suelo y, sin dar más explicaciones, se ausenta. Él y el calor van a marcar la supervivencia de las poblaciones. Censi, la hija de Elena, califica el incendio de «predecible».
En su opinión, los ganaderos ya avisaban este domingo de la evolución de las llamas de un fuego cercano y sus consecuencias si se acercaba a los núcleos de población. «Conocen el monte mejor que nadie, pero ninguna autoridad les pregunta por su opinión». Cristian y su familia tienen caballos en la zona y, hace dos días, los bajó al río para rodearlos de agua e intentar salvarles. Desde entonces, ayuda a otros ganaderos a poner a resguardo a sus animales.
Cristian, vecino de Sanabria, recorre la zona para ayudar a los ganaderos a mover a sus animales ante el fuego. Cristina Haya
«Estamos muy enfadados», recoge Censi. Y explica que en su localidad hay tractores y, si alguien les hubiera coordinado, hubieran podido hacer cortafuegos: «Antes los incendios los apagábamos todos juntos, ahora no nos dejan».
«Al menos habremos intentado apagar el fuego»
Entre los pueblos evacuados este lunes en esta zona de Zamora, se encuentran Vigo y San Martín de Castañeda. Al borde de la carretera que lleva a la Laguna de peces, estas dos localidades abrazan el lago de Sanabria. Las autoridades han prohibido el baño en esa masa de agua y los chiringuitos están vacíos de turistas.
En el desvío hacia Vigo y San Martín de Castañeda, la Guardia Civil ha cortado la carretera y ha establecido un control. Las poblaciones están confinadas, así que nadie puede entrar. Por tanto, ese punto se ha convertido en el último límite para que los vecinos miren atrás y recuerden sus casas cuando sobrepasan a la Benemérita.
Un coche acerca al desvío a María, de 77 años. Es asmática y, por el humo, no había salido de su casa desde el domingo. Se apuntó en una lista de las autoridades para confirmar que no quería ser evacuada. Pero sus hijos la han convencido de que sí: «Es muy duro salir de la casa de uno», argumenta. Al hacer la maleta, ha metido lo que ha podido porque se encontraba «muy nerviosa como para pensar», señala.
Isabel, otra vecina de los pueblos desalojados, negocia con un guardia civil: quiere sacar su coche para que no se le queme, pero, volver para ayudar en la extinción. No le dejan. «Si pudiéramos subir a la sierra para ir contra el incendio, existe la posibilidad de que no lo apaguemos», argumenta, «pero al menos lo habríamos intentado», sentencia.
La Guardia Civil controla el acceso a los pueblos de San Martín de Castañeda y Vigo. Mariam A. Montesinos / EFE
En el trajín de coches que pasan por ahí, un conductor pide paso entre el pequeño tapón que se ha formado a la salida del control. Entonces, baja la ventanilla y grita: «¡Se me quema la casa!».
Cristian cruza el control con un remolque para caballos y actualiza la situación: «Arriba quedamos unas 30 personas en la línea contra el fuego y estamos haciendo quemas preventivas«. No sabe si la Guardia Civil le va a volver a dejar entrar en la zona confinada: espera que sí porque sus viajes son para alejar al ganado del peligro.
En esa especie de estafeta, Luis Vicente, jefe de la agrupación de Protección Civil de Zamora, da el parte de San Martín de Castañeda: «No se ve nada, todo es humo». Y expone el riesgo del pueblo de quedarse aislado si el fuego avanza. Por eso, comparte un mensaje de autoprotección para los 50 vecinos que han decidido permanecer allí: «El humo es a veces tan peligroso como el fuego».
La etiqueta de Parque natural
Censi, Elena y otras nueve personas más, tras la evacuación, se alojan juntas en unos apartamentos de un familiar, a escasos kilómetros del desvío donde se corta la carretera. Todos comparten apellidos. Y, también, preocupaciones: han evitado irse a dormir lejos, al centro de acogida que se ha montado en Benavente, pero el humo les recuerda que sus casas en Vigo están en peligro.
Vecinos de San Martín de Castañeda: «Estos incendios se empiezan a apagar en invierno»
La hija de Elena se mosquea cuando escucha la expresión «Parque natural» para referirse a Sanabria. «Está todo lleno de maleza», narra, porque no les autorizan a «hacer los fuegos preventivos y controlados en otoño» de antaño, argumenta. Ella conoce a una persona que lo ha solicitado durante los últimos años y se lo han denegado.
Elena cree que la protección que la etiqueta «Parque natural» da al entorno de Sanabria es un obstáculo para la supervivencia de los pueblos: «En esta sierra vive gente, no es solo turismo, y siempre hemos sabido gestionar el monte y, ahora, no nos dejan cortar ni un tronco».
Por eso, se pregunta, rodeada de los más jóvenes de la familia, si el terreno que les rodea es «realmente» un espacio que se puede considerar Parque natural, «porque nadie lo cuida», concluye.
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