La guerra de Bosnia (1992-1995) acabó hace 30 años con la firma de los Acuerdos de Dayton. La guerra dejó 100.000 muertos y más de 31.000 desaparecidos. En estas tres décadas, el Tribunal de La Haya ha juzgado algunos de los criminales de guerra, como los ultranacionalistas serbios Ratko Mladic y Radovan Karadjic; se reconoció que la matanza de más de 8.000 civiles de la localidad de Srebrenica fue un genocidio, y el país ha iniciado una senda que espera que le permita entrar en la Unión Europea.
Pero hay heridas que aún no se han cerrado: la búsqueda de desaparecidos continúa, la memoria histórica de lo ocurrido dista de ser común y todavía hay quienes niegan los crímenes contra la humanidad y glorifican a los criminales.
7.500 personas siguen desaparecidas
De los más de 31.000 desaparecidos en Bosnia, 23.500 han sido encontrados y 15.686 han podido ser identificados por ADN, según datos de junio de este año de la Comisión Internacional sobre Personas Desaparecidas (ICMP, por sus siglas en inglés). Eso deja a unas 7.500 personas aún por encontrar.
La ICMP se creó en 1996, después de Dayton, por iniciativa del presidente de EE.UU. Bill Clinton, artífice de los acuerdos. En 2014, el ICMP se convirtió en organización intergubernamental con la participación de Bélgica, Luxemburgo, Países Bajos, Suecia y Reino Unido. Desde entonces ha actuado, además de en los Balcanes, en escenarios de conflicto como Irak, Colombia, Chile o Libia.
La organización de la búsqueda de los desaparecidos, por tanto, fue una iniciativa supranacional, pero el impulso de buscar a los desaparecidos, aquí como en otras lugares, partió de las familias, «desde abajo», explica a RTVE.es, en una respuesta escrita, Sasa Kulukcija, jefe de comunicación del ICMP en Sarajevo.
La búsqueda implica localizar fosas u otros lugares de enterramiento, desenterrar los cadáveres, intentar conocer las circunstancias del crimen, buscar a posibles familiares que puedan donar muestras de ADN e identificar a las víctimas. En estas tres décadas se han encontrado multitud de fosas, como las de Tomasica, Pilica, Prijedor, Kalinovik, o Stari Kevljani, aunque aún pueden aparecer más.
La periodista franco-finlandesa Taina Tervonen ha narrado el trabajo de los técnicos ICMP en el documental Hablando con los muertos (2020) y en el libro Las sepultureras (2022). Tervonen describe en su libro el efecto que provoca la visita de los familiares. «Cuando aparecen por las excavaciones, la atmósfera cambia. El ambiente de trabajo metódico, la concentración para avanzar lo más rápido posible, para sacar los cuerpos antes de que lleguen el invierno y la nieve, la distancia que exige la tarea, todo parece desaparecer de un plumazo, y solo queda el dolor desnudo de los supervivientes».
Además de ayudar a las familias a dar un entierro digno a los suyos, los resultados de las investigaciones sirven como pruebas en La Haya. «El ICMP no reemplaza a las autoridades locales responsables. En los Balcanes occidentales, las exhumaciones se hacen bajo la autoridad del Estado, la oficina de la Fiscalía y los tribunales y siguen todos los procedimientos legales y forenses», abunda Kulukcija.
«Los Estados están obligados a investigar las desapariciones forzadas por las leyes del Derecho Internacional Humanitario —añade el portavoz del ICMP—. En los Balcanes occidentales, el proceso está muy vivo, y los familiares de los desaparecidos son muy activos en su demanda de verdad y justicia«.
Imagen de archivo de una fosa común de la guerra de Bosnia descubierta en Pilica en 1996, con más de 100 cuerpos EFE/EPA/ODD ANDERSEN
La negación del genocidio dificulta la memoria común
La búsqueda de los desaparecidos y la apertura de fosas comunes forma parte del proceso para conformar una memoria histórica colectiva en Bosnia-Herzegovina, al igual que la educación de los jóvenes sobre lo ocurrido en la guerra y la memorialización de espacios, como el Centro Memorial de Srebrenica.
Sin embargo, estas políticas no impiden que haya aún quien niega los crímenes que se cometieron. «Es obviamente un problema que aún tengamos políticos en los Balcanes que niegan el genocidio, glorifican a los criminales y los crímenes de guerra, y aún protegen a criminales de guerra en sus Estados para que no respondan de sus actos», asegura a RTVE.es Ismet Fatih Čančar, analista político, exasesor del Ministerio de Seguridad y actualmente asesor de uno de los miembros de la presidencia tripartita del país.
Čančar lamenta que algunos políticos esperan así revivir las políticas de la guerra por otros medios y debilitar al Estado común.
La negación del genocidio en Bosnia fue incluida en el código penal en 2021, y el pasado mayo se dictó una de las primeras sentencias por este motivo: Vojin Pavlović, jefe de una ONG, fue condenado a dos años y medio de prisión por mostrar carteles celebrando el aniversario de Srebrenica y el cumpleaños de Ratko Mladic.
«Los que niegan el genocidio no entran en conflicto con el Estado bosnio, sino con los principios generales de humanidad, con la verdad y la justicia», añade Čančar. «Creo que las generaciones más jóvenes en Bosnia y Herzegovina son más inteligentes y más avanzadas. Sin embargo, es muy importante guardar la memoria colectiva de lo que pasó en los años 90. Eso no significa guiar estrictamente a la gente o dividirlos con asuntos nacionalistas, pero tienen que saber por lo que pasó este país, y esforzarse por mejores condiciones y por una sociedad más cohesionada dentro del Estado bosnio».
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