Existen muchas formas de ejercer la violencia contra las mujeres: violencia de pareja, violencia sexual, trata con fines de explotación sexual, mutilación genital femenina, la privación del derecho de las niñas de acceder a la educación, los matrimonios forzados o la limitación de su desarrollo personal o intelectual. En resumen, todo aquello que no respete los derechos inalienables de las personas, en este caso de las mujeres.
En este sentido la Ley 5/2005, de 20 de diciembre, integral contra la violencia de género de la Comunidad de Madrid dentro de su ámbito de aplicación recoge “todas las manifestaciones de Violencia de Género, ejercidas sobre la mujer, como expresión de la discriminación, la situación histórica de desigualdad y las relaciones de poder de los hombres sobre las mujeres”, lo que implica agresiones físicas o psíquicas, agresiones sexuales, mutilación genital o inducción a ejercer la prostitución.
Es esencial entender algunas cuestiones fundamentales, la primera es que no es posible circunscribir las situaciones de violencia contra las mujeres al marco de la pareja y/o expareja ya que esto puede invisibilizar violencias perpetradas por otros agresores del propio entorno de las mujeres o desconocidos. La segunda es que a menudo estas diferentes violencias se potencian, al ejercerse de forma simultánea o por acumulación a lo largo de la vida y aunque cualquier mujer puede sufrir violencia de género, no todas son igual de vulnerables a sufrirla en frecuencia, intensidad o impacto en salud. Esto se debe a la influencia de los determinantes sociales de la salud, que condicionan aspectos fundamentales como la posición social, la capacidad para identificar la violencia, las redes de apoyo, los medios para poder salir de la relación violenta o la accesibilidad a recursos socio sanitarios, económicos y legales.
Hay momentos críticos respecto al abordaje de la violencia de género en los que prestar especial atención:
- La edad y el impacto que produce en mujeres adolescentes y jóvenes, donde el 47,4% de mujeres entre 16 y 24 años que han tenido pareja han sufrido violencia de género, y donde la violencia sexual fuera de la pareja en esta franja de edad asciende al 11% . En el caso de mujeres mayores el 23,4% de mujeres de mas de 65 años han sufrido violencia de género por parte de su pareja o expareja, dándose, en general, procesos de muchos años de violencia con un gran impacto en salud que se traduce en enfermedades crónicas, dolor, síntomas somáticos diversos o malestar psicológico.
- Mujeres con discapacidad (física, sensorial o intelectual) que sufren violencia de género de manera más frecuente y donde se produce una infradetección ya que su realidad está más invisibilidad, sin olvidar las barreras de accesibilidad a los recursos de ayuda. Según la Macroencuesta de 2019, las mujeres con discapacidad acreditada ≥33% sufren a lo largo de la vida más violencia en la pareja (40,4%) que quienes no la tienen (31,9%), así como más violencia sexual fuera de la pareja (10,3% frente a 6,2%) y en la infancia (6,3% frente a 3,3%).
- Mujeres embarazadas o con maternidades recientes ya que los datos resaltan como el período de embarazo y puerperio es de alto riesgo para la aparición de violencia de pareja o su intensificación en caso que ya existiera.
- Impacto especial de situaciones de violencia es el caso de mujeres en distintas situaciones de vulnerabilidad, como es el caso de las mujeres migrantes, mujeres con problemas de salud mental, de adicción a sustancias o mujeres en contextos de prostitución y trata.
Cualquier tipo de violencia tiene consecuencias para la salud de mujeres que la sufren, así como para sus hijos e hijas, y da lugar a altos costos sociales y económicos para toda la sociedad, asociándose a una mala salud física y psíquica, y a un mayor riesgo de tener mala salud en el futuro. Además, estas mujeres utilizan más los recursos sanitarios, perciben su salud con más frecuencia como “regular, mala o muy mala” y consumen medicamentos en mayor proporción que las mujeres de población general.
El sistema sanitario constituye pues un lugar privilegiado para detectarla por su accesibilidad, por la posibilidad de realizar un seguimiento longitudinal (especialmente en Atención Primaria) y por ser visto por las mujeres como un lugar de confianza donde pueden acudir a solicitar ayuda ya que dentro del porcentaje de mujeres que han buscado ayuda formal, un 27% lo han hecho en los servicios sanitarios.
Por tanto, es prioritario dar una respuesta unánime como sistema y trabajar ofreciéndoles un apoyo continuado y acompañamiento que ponga a disposición de las mujeres los recursos específicos de atención disponibles, además de dirigir las actuaciones para posibilitar la prevención, detección, atención y reparación de las situaciones de violencia de género.
Por último, no podemos olvidar que la prevención de la violencia hacia las mujeres es responsabilidad de toda la sociedad. Es fundamental trabajar para fomentar valores igualitarios, para lograr una sociedad más justa y libre de violencia y logar un compromiso político y social de forma que puedan impulsarse cambios que logren la igualdad real entre hombres y mujeres.
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