Se acercan días de asados, mariscos, turrones y brindis, en los que nuestro estómago se convierte en protagonista: celebra cada plato que disfrutamos, pero también puede sufrir con los excesos. La hinchazón, los ruidos extraños, la acidez o la digestión lenta suelen recordarnos que este órgano -junto al resto de partes del sistema digestivo- hace un trabajo constante y complejo del que, realmente, sabemos muy poco.
Para entender cómo funciona realmente el estómago, qué procesos intervienen en la digestión, cómo se protege de sus propios ácidos o por qué reacciona de manera diferente según lo que comemos o cómo nos sentimos te proponemos un reto: ¿sabrías decir si estas afirmaciones sobre el estómago son mito o realidad? Dar con la respuesta acertada puede ayudarte a cuidar tu salud gastrointestinal, incluso en épocas de abundancia gastronómica como la Navidad. ¡Empezamos!

1. Mito o realidad: El estómago es el lugar donde se digiere todo lo que comemos
Mito. La digestión no comienza ni termina en el estómago: se inicia en la boca con la masticación y las enzimas de la saliva y continúa de manera más compleja en el intestino delgado. “El estómago tiene como función principal almacenar los alimentos, mezclarlos con ácido y enzimas y triturarlos hasta formar el quimo, una pasta semilíquida que luego continuará su viaje digestivo. Por tanto, su tarea no es digerirlo todo, sino preparar los alimentos para que el intestino pueda procesarlos eficientemente”, explica la Dra. Marta Jaquotot Herranz, jefa del Servicio de Aparato Digestivo del Hospital Quirónsalud Córdoba. Es en este órgano, el intestino, donde las enzimas pancreáticas y la bilis terminan de descomponer los alimentos y, por tanto, se produce la mayor parte de la digestión y la absorción de los nutrientes.
2. Mito o realidad: El estómago actúa principalmente sobre las proteínas
Realidad. El estómago actúa sobre todos los nutrientes, aunque de manera más relevante sobre las proteínas. “El ácido clorhídrico desnaturaliza las proteínas, facilitando que la pepsina las descomponga en péptidos más pequeños. Además, ayuda a degradar tejidos conectivos como el colágeno, algo crucial en carnes o productos muy fibrosos”, aclara el Dr. José Walter Huaman, jefe del Servicio de Aparato Digestivo del Hospital Universitari General de Catalunya.
En cuanto a carbohidratos y grasas, su digestión en el estómago es mínima. “La amilasa salival que inicia la digestión de carbohidratos se inactiva con el ácido gástrico, y la lipasa gástrica solo actúa sobre una pequeña fracción de las grasas”, añade el Dr. Huaman.
Además de descomponer proteínas, el estómago contribuye a la absorción de ciertos nutrientes esenciales como hierro, calcio y vitamina B12. “Esto ocurre gracias a la acción combinada del ácido gástrico y factores intrínsecos secretados por las células del estómago, que permiten que estos nutrientes puedan ser captados adecuadamente en el intestino. Por tanto, aunque el estómago no digiere todo lo que comemos, sí inicia procesos fundamentales que permiten que los nutrientes sean aprovechados correctamente”, comenta el Dr. Juan Antonio Casellas, jefe de la Unidad de Aparato Digestivo de Quirónsalud Alicante.
3. Mito o realidad: El estómago tiene un tamaño fijo, como un puño cerrado
Mito. En reposo, “el estómago tiene el tamaño aproximado de un puño cerrado, pero puede aumentar hasta 20 veces su volumen”, señala el Dr. Rafael Uribarrena Amezaga, jefe de la Unidad de Aparato Digestivo del Hospital Universitario Quirónsalud Zaragoza. “El estómago es relativamente pequeño, su capacidad en vacío es de unos 50 mililitros. Sin embargo, puede expandirse enormemente para almacenar hasta 1.5 o incluso 3 o 4 litros de comida y líquido después de una comida copiosa”, explica el Dr. Huaman. Sobre este punto, el Dr. Casellas advierte: “Es como un saco muscular elástico. Gracias a la distensión de los pliegues internos y la relajación de la pared gástrica, el estómago puede adaptarse a grandes cantidades de alimento, pero a partir de un determinado volumen pueden aparecer complicaciones como dificultad respiratoria, compromiso del retorno venoso e incluso desgarros de la mucosa.”.
4. Mito o realidad: El ácido del estómago puede disolver una hoja de afeitar
Realidad… con matices. “El ácido del estómago (ácido clorhídrico) tiene un pH muy bajo, entre 1.0 y 2.0, lo que lo hace extremadamente corrosivo, similar al ácido de una batería o de soluciones industriales de ácidos fuertes. Esta potencia, fundamental para la desnaturalización proteica y como barrera bactericida, podría dañar una hoja de afeitar”, explica el Dr. Huaman. Lo más correcto sería decir que “el ácido clorhídrico puede corroer y degradar metales. El efecto sobre una cuchilla de afeitar tras varias horas o días sería adelgazarla, pero no hacerla desaparecer instantáneamente”, matiza el Dr. Casellas.
5. Mito o realidad: El ácido del estómago puede “comerse” el revestimiento del propio órgano.
Mito. A pesar de que el ácido clorhídrico es muy potente, “no destruye el estómago gracias a la barrera mucosa gástrica, una capa gruesa de moco viscoso y bicarbonato que se renueva constantemente y neutraliza el ácido antes de que pueda tocar las células del revestimiento estomacal y provocar úlceras o erosiones. Esta renovación permite que la mucosa soporte un entorno químicamente hostil que dañaría cualquier epitelio no especializado”, explica la Dra. Jaquotot Herranz. En concreto, como señala el Dr. Uribarrena Amezaga, “la mayor parte de las células de la mucosa gástrica, que son las que ejercen el efecto de barrera o protector, se renuevan por completo cada 3-5 días. Otras con funciones más específicas, como las células parietales (sintetizan ácido clorhídrico y el factor intrínseco, fundamental para la absorción de vitamina B12) y las células principales, tienen una vida media de semanas e incluso meses”.
6. Mito o realidad: El estómago gruñe cuando tenemos hambre.
Mito. Estos ruidos, llamados borborigmos, “se producen por los movimientos del intestino, que mezclan alimentos, líquidos y gases. Estos movimientos son constantes, pero en ayunas son más intensos y audibles porque hay menos contenido que amortigüe los sonidos”, explica el Dr. Uribarrena Amezaga. En conclusión, estos “gruñidos” que parecen venir del estómago no son por hambre, sino que es el intestino trabajando en vacío para “limpiar” el sistema y dejarlo listo para la próxima comida.
7. Mito o realidad: Las comidas grasas y el alcohol se quedan más tiempo en el estómago
Realidad. El tiempo vaciamiento gástrico es muy variable y va a depender de diversos factores, principalmente el tipo de comida. “Puede ir desde 30-40 minutos para líquidos claros (agua, caldos colados, gelatina simple, jugos de frutas sin pulpa -como el de uva o manzana-, y refrescos claros como la gaseosa) a 4-6 horas para comidas muy grasas o copiosas y, también, para el alcohol”, describe el Dr. Casellas. Los lípidos (grasas) son los macronutrientes que más tiempo permanecen en el estómago. Igualmente, el alcohol de alta graduación se absorbe parcialmente en el estómago, pero también enlentecen el vaciado gástrico. El Dr. Huaman señala que esto explica la sensación de pesadez tras ciertos alimentos o bebidas. Como curiosidad, hay que destacar que “la leche, aun siendo líquida, en términos de digestión se comporta como un sólido y tarda más en eliminarse del estómago”, destaca el Dr. Uribarrena Amezaga.
8. Mito o realidad: El estómago es el “segundo cerebro”.
Realidad. El tubo digestivo, incluido el estómago, está recubierto por una red neuronal extensa y autónoma, denominada sistema nervioso entérico (SNE). El número de neuronas en este sistema entérico supera los 100 millones, más que el número presente en toda la médula espinal. Es el segundo conjunto de neuronas más grande del cuerpo, después del sistema nervioso central, y es capaz de integrar señales, tomar decisiones locales y coordinar funciones complejas sin necesidad de “permiso” del cerebro, de ahí que se le denomine “el segundo cerebro”, detalla la Dra. Jaquotot Herranz. El Dr. Huamán lo corrobora: “El SNE controla directamente la digestión: la contracción muscular, el flujo sanguíneo local y la secreción de jugos digestivos, sin necesitar órdenes constantes del cerebro principal”.
9. Mito o realidad: El estrés y la ansiedad influyen en la digestión.
Realidad. El cerebro y el estómago están conectados a través del nervio vago, y esta conexión bidireccional hace que nuestro estado emocional influya en la digestión y la percepción de malestar. Como explica la Dra. Jaquotot Herranz, “el estrés, al reducir el tono vagal y activar el sistema simpático, puede disminuir la motilidad digestiva, dificultar el tránsito, y aumentar la hipersensibilidad visceral, haciendo que estímulos normales resulten molestos. Además, el estrés sostenido puede reducir la producción de moco y el flujo sanguíneo de la mucosa, debilitando la barrera protectora del estómago”. El Dr. Huaman añade que “el estrés crónico, al activar el eje hipotalámico-hipofisario-adrenal puede exacerbar patologías funcionales como el Síndrome del Intestino Irritable o provocar síntomas como diarrea, estreñimiento o dispepsia (digestiones lentas, pesadas, saciedad precoz, plenitud e incluso dolor tras ingerir alimentos)”.
10. Mito o realidad: Cuando nos enamoramos sentimos “mariposas” en el estómago.
Realidad. Las famosas “mariposas” en el estómago obedecen a la interacción entre nuestro sistema nervioso entérico y el cerebro, y por la liberación de hormonas y neurotransmisores ante emociones intensas. Aumentando el rango de estímulos, la Dra. Jaquotot Herranz describe cómo “las emociones de alerta activan el sistema nervioso simpático, aumentando el tono de la musculatura gástrica y dificultando la acomodación del fundus tras la comida, lo que genera la sensación de tensión o ‘nudo’. Por el contrario, las emociones de miedo o angustia reducen el tono vagal y enlentecen la motilidad y el vaciamiento gástrico, produciendo así la sensación de ‘vacío’. Además, las emociones positivas intensas pueden incrementar la actividad motora irregular del antro, percibiéndose como un ‘hormigueo’ o ‘mariposas’ en el estómago.”
11. Mito o realidad: Todo el mundo tiene molestias digestivas (digestiones lentas, pesadez, saciedad precoz o dolor tras las comidas) y no son motivo de consulta.
Mito. Aunque estas molestias son muy frecuentes, no deben normalizarse ni ignorarse. De hecho, la dispepsia funcional —digestiones lentas, pesadez, saciedad precoz o dolor tras las comidas— es uno de los motivos de consulta más habituales en aparato digestivo. Como explica el Dr. Uribarrena Amezaga, “se trata de un trastorno neurodigestivo, sin una causa conocida o lesión aparente. El diagnóstico se establece cuando el paciente refiere estos síntomas y tras un estudio completo hemos descartado cualquier otra causa que lo justifique: úlceras, intolerancias alimentarias como la enfermedad celiaca, infección por Helicobacter pylori, etc.”. El especialista recuerda que, aunque muchas molestias sean funcionales, no es posible distinguirlas sin una valoración médica. Por eso, insiste: “Las molestias abdominales prolongadas (más de un mes de duración) o recurrentes, siempre son un motivo de consulta, especialmente a partir de los 45-50 años.” Y añade que este diagnóstico “siempre ha de ser de exclusión”, porque existen enfermedades orgánicas que pueden causar exactamente los mismos síntomas. Además, el Dr. Casellas complementa esta visión e insta a acudir al especialista ante cualquier síntoma persistente como dificultad o dolor al tragar, pérdida de peso inexplicable, sangrado digestivo, dolor intenso, vómitos frecuentes, anemia o cambios en el hábito intestinal.
12. Mito o realidad: El 25% de la población padece reflujo.
Realidad. El reflujo gastroesofágico es uno de los síntomas digestivos más frecuentes. Como señala el Dr. Uribarrena Amezaga, “hasta el 25% de la población lo padece de forma esporádica”. El Dr. Casellas añade que el reflujo “está provocado por el efecto del ácido sobre el epitelio esofágico, pudiendo estar asociado o no a hernia de hiato”, una condición en la que parte del estómago asciende a través del diafragma hacia el tórax. Además del reflujo, existen otras patologías gástricas comunes. La gastritis, inflamación de la mucosa del estómago, puede ser aguda o crónica y suele estar causada por Helicobacter pylori, el consumo de antiinflamatorios no esteroideos (AINEs)o el alcohol. La úlcera péptica, tanto gástrica como duodenal, también está relacionada con esta bacteria o con el uso prolongado de AINEs. Finalmente, los tumores gástricos siguen siendo relevantes: son, de hecho, el tercer tumor digestivo más frecuente, tras el de colon y el de páncreas.
13. Mito o realidad: El picante, el limón, el café o el alcohol dañan el estómago.
Mito… con matices. “No hay comidas que directamente dañen al estómago. La mucosa gástrica tiene mecanismos de defensa que le permiten resistir al ácido clorhídrico, un agente mucho más corrosivo que cualquier alimento. No obstante, el alcohol de alta graduación puede debilitar estas defensas y exponer la mucosa a la acción del ácido gástrico. Además, el alcohol, el café o el chocolate pueden aumentar la producción de ácido y relajar el cardias, el esfínter de entrada al estómago, favoreciendo el reflujo gastroesofágico. Las comidas muy grasas o fritos pueden retrasar el vaciamiento gástrico y generar sensación de plenitud, mientras que las bebidas carbonatadas provocan distensión. Todo esto produce síntomas molestos, pero no daña ni lesiona directamente el estómago”, matiza el Dr. Uribarrena Amezaga. “Lo que sí puede causar daño real es el tabaco, que reduce la secreción de moco, y el uso prolongado de AINEs, que pueden favorecer la aparición de úlceras mediadas por el ácido gástrico si se utilizan de forma continuada”, añade el especialista.
14. Mito o realidad: La leche calma la acidez.
Mito. Aunque inicialmente puede dar cierta sensación de alivio, luego provoca un aumento en la secreción de ácido. Lo que realmente importa para cuidar el estómago son hábitos generales: comer de manera moderada, evitar acostarse inmediatamente tras la comida y mantener un estilo de vida equilibrado, según la Dra. Jaquotot Herranz.
15. Mito o realidad: No hay manera de prevenir los problemas gástricos comunes.
Mito. Aunque algunas enfermedades o molestias no se pueden evitar por completo, existen hábitos que ayudan a mantener el estómago “funcionando bien”. El Dr. Casellas recomienda: “No existe una regla fija, pero una alternativa es hacer 3 comidas diarias —desayuno, comida y cena— pudiendo suplementarlo con 1 o 2 tomas ligeras. Esto ayuda a no comer en exceso por hambre acumulada y a evitar una producción excesiva de ácido”. El Dr. Uribarrena Amezaga coincide: “Intentar una ingesta ordenada, a horas habituales, evitando cenar demasiado tarde y los excesos, puede ayudar a reducir síntomas como la dispepsia funcional o el reflujo.”
16. Mito o realidad: Se puede vivir sin estómago.
Realidad. Aunque parezca increíble, el Dr. Huamán revela que el estómago no es vital para vivir. “En casos de cáncer avanzado u obesidad severa, el estómago puede ser extirpado quirúrgicamente (gastrectomía). El esófago se conecta directamente al intestino delgado, y, aunque se requiere un ajuste dietético estricto y suplementos de vitamina B12, el cuerpo puede seguir digiriendo y absorbiendo nutrientes”, explica.
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